Hoy
es el día. Hoy murió César. Y Shakespeare lo llevó al teatro en su Julio César. La obra empieza en
el momento decisivo de la Historia, cuando Julio César, en su camino al circo
para ver unos festejos, es avisado por un visionario con la siguiente, y desde
entonces, famosa frase: “¡Cuídate de los Idus de marzo!“
Es el tercer monólogo al que hago
referencia en el título de la entrada. Es el segundo monólogo de Marco Antonio,
en respuesta a uno pronunciado por Bruto, uno de los ejecutores de César. Marco
Antonio sale a escena con el cuerpo inerte de César y lo deja a los pies del
pueblo romano que acaba de escuchar a Bruto. Se ha comprometido a que si le
dejan hablar en el funeral de César no dirá nada en contra de los asesinos.
Comienza el discurso, el pueblo romano, las gentes de Roma están en su contra,
en contra del César. Y Marco Antonio conseguirá darle la vuelta a la tortilla.
Aquí os dejo íntegro el discurso de Marco
Antonio a los pies del Capitolio.
"¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme
atención! ¡Vengo a inhumar a César, no a ensalzarle! El mal que hacen los
hombres perdura sobre su memoria. Frecuentemente el bien queda sepultado con
sus huesos. ¡Sea así con César! El noble Bruto os ha dicho que César era
ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta grave, y gravemente la ha pagado.
Con la venia de Bruto y los demás, pues Bruto es un hombre honrado, como son
todos ellos, hombres todos honrados, vengo a hablar en el funeral de César. Era
mi amigo, para mí leal y sincero; pero Bruto dice que era ambicioso. Y Bruto es
un hombre honrado. Infinitos cautivos trajo a Roma, cuyos rescates llenaron el
tesoro público. ¿Parecía eso ambición en César? Siempre que los pobres dejaban
oír su voz lastimera, César lloraba. ¡La ambición debería ser de una sustancia
más dura! No obstante, Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre
honrado. Todos visteis que en las Lupercales le presenté tres veces una corona
real, y la rechazó tres veces. ¿Era esto ambición? No obstante, Bruto dice que
era ambicioso, y, ciertamente, es un hombre honrado. No hablo para desaprobar lo
que Bruto habló. Pero estoy aquí para decir lo que sé. Todos le amasteis alguna
vez, y no sin causa. ¿Qué razón, entonces, os detiene ahora para no llevarle
luto? ¡Oh raciocinio! Has ido a buscar asilo en los irracionales, pues los
hombres han perdido la razón… ¡Perdonadme un momento! Mi corazón está ahí, en
ese féretro, con César, y he de detenerme hasta que torne a mí."
(Los ciudadanos hablan entre sí dando la razón a
Antonio).
"Ayer todavía, la palabra de César hubiera
podido prevalecer contra el universo. Ahora yace ahí, y nadie hay tan humilde
que le reverencie. ¡Oh señores! Si estuviera dispuesto a excitar al motín y a
la cólera a vuestras mentes y corazones, sería injusto con Bruto y con Casio,
quienes, como todos sabéis, son hombres honrados. ¡No quiero ser injusto con
ellos! Prefiero serlo con el muerto, conmigo y con vosotros, antes que con esos
hombres tan honrados. Pero he aquí un pergamino con el sello de César. Lo hallé
en su gabinete, y en su testamento ¡Oiga el pueblo ésta su [última] voluntad
(aunque con vuestro permiso, no me propongo leerlo), e irá a besar las heridas
de César muerto y a empapar sus pañuelos en su sagrada sangre! ¡Sí! ¡Reclamará
un cabello suyo como reliquia y, al morir, lo transmitirá por testamento como
un rico legado a su posteridad! "
(Los ciudadanos exigen conocer el testamento de
César).
"¡Sed pacientes, amables amigos! ¡No debo
leerlo! No es conveniente que sepáis hasta qué extremo os amó César. Pues
siendo hombres, al oír el testamento de César os enfureceríais llenos de
desesperación. Así, no es bueno haceros saber que os instituye sus herederos,
pues, si lo supierais, ¡Oh! ¿Qué no habría de acontecer?"
(Más voces exigiendo la lectura del testamento).
"¿Tendréis paciencia? ¿Permaneceréis un
momento en calma? He ido demasiado lejos en deciros esto. Temo agraviar a los
honrados hombres cuyos puñales traspasaron a César. ¡Lo temo!"
(Siguen las exigencias de los ciudadanos).
"¿Queréis obligarme, entonces, a leer el
testamento? Pues bien, formar círculo en torno al cadáver de César y dejadme
mostraros al que hizo el testamento. ¿Descenderé? ¿Me dais vuestro
permiso?"
(Baja de la tribuna y se sitúa junto al
catafalco con los despojos de César).
"Si tenéis lágrimas, disponeos ahora a
verterlas. ¡Todos conocéis este manto! Recuerdo cuando César lo estrenó. Era
una tarde de estío, en su tienda, el día que venció a los nervios. ¡Mirad: por
aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved qué brecha abrió el envidioso Casca! ¡Por
esta otra le hirió su muy amado Bruto! ¡Y al retirar su maldecido acero,
observad cómo la sangre de César parece haberse lanzado en pos de él, como para
asegurarse de si era o no Bruto el que tan inhumanamente abría la puerta!
Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César. ¡Juzgad, oh dioses, con qué
ternura le amaba César! Ese fue el golpe más cruel de todos, pues cuando el
noble César vio que él también le hería, la ingratitud, más potente que los
brazos de los traidores, lo anonadó completamente. Entonces estalló su poderoso
corazón y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de
la estatua de Pompeyo que se inundó chorreando sangre… ¡Oh, qué caída,
compatriotas! En aquel momento, yo y vosotros y todos, caímos, y la traición
sangrienta triunfó sobre nosotros. Oh, ahora lloráis, y percibo sentir en
vosotros la impresión de la piedad. Esas lágrimas son generosas ¡Almas
compasivas! ¿Por qué lloráis, cuando aún no sabéis visto más que la desgarrada
vestidura de César? ¡Mirad aquí! ¡Aquí está él mismo, desfigurado, como veis,
por los traidores! "
(Los ciudadanos claman venganza).
"Buenos amigos, apreciables amigos, no os
excite yo con esa repentina explosión de tumulto. Los que han consumado esta
acción son hombres dignos. ¿Qué secretos agravios tenían para hacerlo? ¡Ay, lo
ignoro! Ellos son sensatos y honorables, y no dudo que os darán razones. ¡Yo no
vengo, amigos, a concitar vuestras pasiones! Yo no soy orador como Bruto, sino
como todos sabéis, un hombre franco y sencillo, que amaba a su amigo, y esto lo
saben bien los que públicamente me dieron licencia para hablar de él. Porque no
tengo ni talento, ni elocuencia, ni mérito, ni estilo, ni ademanes, ni el poder
de la oratoria, que enardece la sangre de los hombres. Hablo llanamente y no os
digo sino lo que todos conocéis. Os muestro las heridas del bondadoso César,
pobres, pobres bocas mudas, y les pido que ellas hablen por mí. Pues si yo
fuera Bruto y Bruto Antonio, ese Antonio exasperaría vuestras almas y pondría una
lengua en cada herida de César capaz de conmover y levantar en motín las
piedras de Roma. "
(El público quiere oír el testamento).
"Aquí está, y con el sello de César. A cada
ciudadano de Roma, a cada hombre, individualmente, lega setenta y cinco
dracmas."
(Voces de satisfacción)
"Os lega, además, todos sus paseos, sus
quintas particulares y sus jardines recién plantados a este lado del Tíber. Los
deja a perpetuidad a vosotros y a vuestros herederos como parques públicos para
que os paseéis y recreéis ¡Este era un César! ¿Cuándo tendréis otro
semejante?"
(Los ciudadanos deciden incinerar allí mismo el
cadáver de César y, con esas llamas, prender antorchas para incendiar las casas
de los traidores).
"¡Ahora prosiga la obra! ¡Maldad, ya estás
en pie! ¡Toma el curso que quieras!"
Y para acabar, este discurso en boca del actor
más grande de la Historia: Marlon Brando.
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Versión en inglés (VO)