lunes, 17 de octubre de 2016

Había una vez...

Se notaba en los aledaños de la plaza que el público de hoy no era el de todos los días. Caras poco conocidas, comentarios peculiares y mucha gente venida de la zona de Calatayud, de donde es nativo Pérez Langa, que tomó la alternativa de manos de Hermoso de Mendoza.

Abrió plaza un novillete regordío manso pero con un tranco suficiente como para hacer el rejoneo actual. Pérez Langa, nervioso, no acertó ni en las velocidades ni en las distancias. Marró con las banderillas, batió demasiado rápido e incluso tuvo problemas con las riendas. Un bajonazo y oreja cariñosa. Pues nada. En el que cerró plaza le vimos incluso peor. No soy amigo de paisanajes. A Zaragoza hay que ir hecho y sabiendo lo que se hace. Así sólo consigues que hasta los autobuses que vienen a verte dejen de apoyarte. Para que la faena terminara de ser una cosa lúdico-festiva sólo faltó Paquito el Chocolatero y el baile en los tendidos. Dos rejonazos, descabellos varios y demás perrerías de la cuadrilla hicieron que Langa diera una vuelta al ruedo. Lo del público, de psiquiátrico. Y otra vez gritos como si fuera un campo de fútbol.

Hermoso de Mendoza es otra historia. Mientras otros parecen sacados de arar, Pablo y su cuadra tienen sentido del temple. Dos faenas medidas a un primer toro parado y a un segundo que se dejó crudo y que se movió le valieron una oreja de cada oponente. En el segundo de la tarde sobresalió un inicio de lidia encelando al toro de salida con Napoléon. En el cuarto sobresalió Disparate en un par citando hacia atrás y batiendo en corto hacia delante. La petición de segunda oreja fue clamorosa, pero Bentué, bien, aguantó. Ni era faena de dos ni el pinchazo previo y el rejón definitivo lo merecían. Su cuadrilla, infame. Lo de hacer la rueda y tirar al toro debería acarrear sanción.

Lea Vicens es todo elegancia montada a caballo. Le faltan recursos básicos, especialmente cuando un toro aprieta hacia tablas. Ya en su primero de la tarde se vio en algún aprieto por este motivo. Una faena de aliño rematada con un rejón trasero y desprendido dieron con el animal en el desolladero. De nuevo los miembros de la cuadrilla tiraron al toro haciendo la rueda y pegándole tirones y recortes. De nuevo no hubo sanción. Llegó el quinto y llegó el momento de más apuro de la tarde. Su caballo no se agarró bien y el toro, que tenía querencia hacia tablas, se metió debajo de la grupa del caballo y le propinó una feísima voltereta por la que pasó a la enfermería una vez concluyó con el animal.
Urge replantearse los rejones. Es un espectáculo circense que en poco se parece a la esencia del rejoneo. El respeto por el toro es dudoso. Y es que si no se respeta al animal vemos cosas como las de la última del Pilar: de coña. O de loquero.


Crónica dispoble en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/habia-una-vez--3417

Las armas de cada cual, a escena

Vaya tarde. Ha tenido de casi todo. Desde toreo de kilates a toreo de pueblo. Qué locura. Vamos por partes. A la puerta de chiqueros se fue Juan José Padilla. Y allí vivimos un susto que trajo unos recuerdos que nadie quería. Antes de darle la larga cambiada, el toro dio un frenazo y se lo llevó por delante. Miedo. No podía ser de nuevo. Se desvaneció el torero y se fue a la enfermería. Pero quedaba Padilla para rato. Se hizo cargo del toro Morante, que ni lo vio ni lo quiso ver. Lidiado como en una capea de despedida de soltero, el de La Puebla compuso con cierto gusto por la derecha. Pero vamos, un pozo vacío. Mulillas y para el carnicero.

Alejandro Talavante es el toreo. Especialmente si empuña la izquierda. Qué bárbaro. Los engancha muy delante, los lleva muy despacio y los remata detrás de la cadera. Y eso es torear. Qué pena que no haya toro. Una oreja al esportón tras una estocada baja.

En el tercero se formó la marimorena. El titular se fue acompañado de los bueyes de Toropasión de vuelta a corrales y salió uno de Garcigrande que Morante de la Puebla mandó matar en el caballo. Aurelín picó paletillero y, cuando rectificó, barrenó. Fatal. La lidia, a la altura del picador. Y el sevillano pues sacó su lado jeta. Primero burlándose de un abonado del tendido 4 por decirle que se colocase en su sitio. Después, matando al animal en el peto. Y para no faltar a la cita, sainete con la espada tras empezar directamente con la de verdad montada. La bronca, monumental.

El cuarto de la tarde fue un manso de carreta pero tuvo delante a un Talavante variado, imaginativo. Quizá no tan rotundo como en otras faenas que le hemos visto aquí, pero con un concepto puro, de verdad. El pecho por delante siempre y llevándolo por donde él quiere. Despacio, muy despacio. Profundo. Una media estocada un tanto trasera y tendida que produjo que el manso tardara en caer le privó de la Puerta Grande. Las orejas, despojos. Los sentimientos, para nosotros.

División de opiniones antes de empezar el quinto. Y las musas, al fin, llegaron. Morante coge el capote de una forma diferente, por eso le vuela de forma distinta. Y la colocación. De frente, cargando la suerte y pasándoselos muy cerca. Aleluya, Morante en Zaragoza. Y hubo pique en quites. Por verónicas Talavante y por chicuelinas el sevillano. Llegó la muleta y el marmolillo de Cuvillo se quedó como le gusta a Morante, que pase y no moleste. Para torear de salón. Entregado el torero, especialmente al natural. Un animal que sólo le vale a él. Estocada trasera fulminante y oreja.

Y aún quedaba la épica. El pirata salió de la enfermería en modo Ciclón de Jérez. No tiene arte, no tiene gusto, pero tiene una casta y una afición que ya quisieran otros. Le hizo de todo al toro con el capote, las banderillas y la muleta. Padilla en estado puro. Al que da todo lo que tiene no se le puede pedir más. La plaza, de pueblo. Los gritos para el campo de fútbol. Petición de dos orejas que aguantó el presidente. Bien, presidente. Una oreja y dos vueltas al ruedo para Padilla, ídolo de esta noble tierra.

La corrida tuvo de todo menos toro, a excepción del castaño que ha hecho quinto. Toreo, bronca, épica, valor. Y así se hace afición. Y acabó la feria a pie. Para pensar. Poco toro, poca emoción. Empresarios, toca trabajar.

Crónica disponible en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/las-armas-cada-cual-escena-3414

Mercaderes fuera del templo

Les juro que no sé por dónde empezar. Lo de hoy ha sido un asco absoluto. 10 minutos antes de comenzar el festejo saltaron los tres tontos de siempre. Ya no se molestan en saltar ni con la corrida empezada. No digamos ya con un toro vivo en el ruedo. Los novilletes que han traído, con aspecto de erales adelantados, han tenido una presentación de novillada sin picadores de cualquier pueblo perdido de la mano de Dios. Los pitones, no quiero contarles. Los pesos que han dado habrán sido porque los han pesado a todos juntos dentro del camión. Los toreros, para quedarse en sus respectivos pueblos. La presidenta, para que no vuelva nunca jamás por la plaza. Los mulilleros para que sean despedidos inmediatamente. Bochornoso, de verdad.

Abrió plaza un moribundo novillete con el que Leo Valadez estuvo toreando desde Arnedo, donde increíblemente ganó el Zapato de Oro. Cómo tiene que estar el escalafón novilleril. Un sartenazo en los bajos, cosa que repitió en el segundo. A ese cuarto le cortó una oreja por darle una sarta de trapazos que aburrieron al personal habido y por haber. Pues nada. Toda para él. Que no vuelva.

Por decirlo de alguna manera, Andy Younes trajo dos autobuses de paisanos del tamaño de la cara que tiene. Es imposible ser torero sin querer ser, siquiera, novillero. En su primero dio una vuelta al ruedo protestadísima tras una petición de 50 personajes traídos en autobús desde más allá de los Pirineos. Pero quedaba el punto fuerte de la tarde. El quinto se movió e intentaba meter la cara con cierta clase. Ahora, la casta era un pozo vacio. Total, que el francés le recetó no menos de 50 banderazos. Por aquí y por allá, por delante y por detrás. Eso que llaman Tauromaquia 2.0. De un golletazo infame, asqueroso, despachó al torete. No contento con ello, lo celebró como si fuera Iniesta en Johannesburgo. Y ahora viene cuando la matan. Salieron las mulillas a la arena y se quedaron más de medio minuto paradas totalmente a una distancia considerable del animal ya muerto. ¿Adivinan para qué y por qué? Vayamos a otro punto. En la presidencia debutada Doña Carolina Chaves Marcuello. Señora, es usted culpable del circo de hoy. Dos orejas para el francés. ¿A quién defiende la autoridad? Señora, váyase. No vuelva. Andy Younes, tampoco vuelvas. Jamás.

Y nos queda el tercero. Rafa Serna es el sevillanismo 2.0. Poco mando y mucho componer. Mucho de nada. Torear ya lo dejamos para otro día. Sus dos oponentes sólo valieron para el carnicero. Que tampoco vuelva.
Esto, señores, no sólo quita la afición. Esto, señores, es una estafa. Esto, señores, es para no volver. Esto, señores, es para pasarse al bando contrario. ¡Fuera mercaderes del templo! ¡Que no vuelvan!

Crónica dispoble en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/mercaderes-fuera-del-templo-3408

Menos mal que lo mayoritario embiste

Vaya limpieza de corrales, señores empresarios. Zaragoza no merece esto. No sé cuántas veces lo he repetido a lo largo de esta Feria del Pilar. Sólo se salvó un burraco de La Palmosilla. Y nada más.

Miguel Ángel Perera pechó con la cara y la cruz. Su primero, de La Palmosilla, resultó bueno para la muleta, ayudado por la gran lidia de Curro Javier. Qué torero. El extremeño lo lució dándole distancia y quizá eso le perjudicó. El animal, aún con la mano izquierda partida, embistió con despaciosidad y clase. Perera, en su estilo. Compás muy abierto y templado. Pero faltó algo para redondear. Oreja sin protesta. El cuarto necesitaba un cencerro o que se lo llevarán al Rocío. Llevaba más viajes que el baúl de la Piquer. Manso redomado que hubo de ser condenado a fuego. Negras para los mansos redomados. Curro Javier se desmonteró gracias a un par enorme. Qué torero. El de Puebla del Prior quiso hacer el toreo actual cuando el animal necesitaba doblarse, poderle y matarlo por arriba. Recursos nada más.

José Garrido vino mermado de condiciones físicas y se le notó. Su mano derecha apenas pudo sostener la muleta y entrar a matar fue un suplicio. Sus oponentes, además, no valieron nada. Recibió a tres toros porque su primero se fue a corrales. El sobrero, de La Palmosilla, se rajó nada más empezar. El torero intentó sacarle algo pero de un pozo vacío solo se ganó una voltereta. En el quinto de la tarde, anovillado, más de nada. Faena breve que se agradeció en los tendidos.

Ginés Marín vino con todo. Es un torero con mucho gusto tanto con el capote como con la muleta. Recibió al tercero de la tarde con compás y armonía. El inicio de faena con una arrucina en los medios ligada a una serie de naturales puso en pie a la plaza. Quizá después pecó de encimista. El toro echó la persiana y allí naufragó la emoción. En el anovillado sexto la nada más absoluta una vez que quedó desarmado el torero nada más empezar a torear de muleta. Repito: la nada.
Y así, otra tarde más en la que no pasa prácticamente nada. Y es que, señores empresarios, toreros, apoderados y demás ralea, sin toro no hay nada. Y Zaragoza quiere toro, aunque sea del mayoritario.

Crónica dispoble en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/menos-mal-que-lo-mayoritario-embiste-3410

Y como dice el refrán

De nuevo una corrida de toros con una presentación en escalera. Desde dos toros dignos de Pamplona a un toro, el tercero, más que justo. En comportamiento ha habido de todo, desde el manso al bravo, del encastado al descastado. Los coletas, del gusto a la nada. El cartel, indigno de una plaza como Zaragoza y del día de la Patrona. La afición merecemos más.

Nada pintaba Juan Bautista en Zaragoza. Y nada demostró. Su primero, un mansurrón que embestía a arreones pedía que lo sometieran primero. Bautista se empeñó en dejar la huella de su zapatilla por toda la arena. No se estuvo quieto jamás. Total, que como ni uno ni otro tenía nada más que ofrecer, desolladero y puerta. En el cuarto, un toro que pidió una apuesta para ver si sonaba la flauta y rompía a embestir, Bautista prefirió estar moviendo los pies en su particular baile en honor a la Pilarica.

Fandila está para hacer el circuito de pueblos y no salir de ahí. Ya no da ni el show en banderillas. Desganado. El segundo de la tarde, con casi 6 años sobre los lomos, fue un toro bravísimo con una encornadura para correr por Estafeta. Empujó de verdad al de la puya en una primera vara hasta la boca de riego con los riñones. Sensacional. En la muleta tuvo complicaciones. Evidentemente. Era bravo. Fandi no estuvo ni bullanguero. Mala suerte la de un animal que en otras manos era de premio para el ganadero. Eso sí, nos dedicó otro baile en honor a la Pilarica. No se estuvo quieto ni de rodillas. No estuvo mejor en el rajado quinto. Lo dicho: para los pueblos donde gusten de los petardos.

David Mora fue Jekyll y Hide. Al que hizo tercero  lo toreó muy despacio y muy natural. Mejor cuando puso su figura erguida, llegando enseguida al tendido. El gusto, el sentimiento fue la nota predominante de toda la faena. Su fallo con el descabello le privó de la Puerta Grande. Durante la Jota que saluda la salida del sexto se bailó, por decir algo, la Jota de Borobia. Bien por la empresa por la iniciativa, pero para hacer las cosas mal y a desgana, mejor no hacerlas. Mora  anduvo en este toro al contrario que en su anterior. Destemplado, sin entenderse con un torete soso pero que permitía, y pedía, torearlo despacio. Dio una vuelta al ruedo tras leve petición.

Dice el refrán que Dios te libre de un toro bravo. Añadamos algo: Dios nos libre de los malos toreros.

miércoles, 12 de octubre de 2016

La cátedra de Ponce

Primera corrida de clavel del Pilar de Zaragoza, y como nombre propio tuvo el de Enrique Ponce. El torero de Chiva dio una lección de torería a todos. El resto de toreros, incluidos. Abrió plaza un marmolillo que debió ir para atrás. Ponce no pudo hacer ni de enfermero. Sin historia. En el cuarto cambió el rumbo de la Feria. Un torito anovillado, con la cara arriba y sin nada a destacar. Pedía que la muleta fuera a compás, sin apretar al animal por bajo. Y compuso una faena torerísima, con un inicio por bajo ofreciendo el pecho para continuar con sabor una vez irguió su figura. Allí no tiene rival. Concluyó de nuevo por bajo con sus poncinas, llevando muy toreado al toro. Ponce es un Torero. No hay más. Varios pinchazos le privaron de un triunfo muy gordo en Zaragoza. El anovillado que le tocó en suerte fue noble al estilo que le gusta Ponce, pasando y sin exigir.

Cayetano arrojó toda la casta del mundo. Se fue a toriles y lo dio todo con la muleta en el segundo de la tarde. Ahora bien, tiene poca técnica y un gusto demasiado fingido. Populista, al fin y al cabo. El animal, que fue bravito en el caballo, quizá mereció otras distancias y otro trato. En el quinto estuvo fatal, sin paliativos. Si a la escasez de tcnica le unimos la escasez de ganas el resultado es una calamidad. Si quiere torear, que sea en Ronda.

Y nos queda López Simon. Un caso curioso el suyo. Sin técnica ni gusto es el torero que lidera el escalafón. Esta temporada la suerte le ha sido esquiva y no ha alcanzado las cuotas de la anterior. En Zaragoza estuvo francamente mal. Despegado, populista, destemplado y recurriendo a un arrimón sin sentido anduvo en sus dos toros el de Barajas. Francamente mal, la verdad. Sus oponentes, dos bichejos descastados. Lo que faltaba.

Una tarde con el nombre propio de un torero de Chiva que lleva casi tres décadas dictando su magisterio: Enrique Ponce. Que aprendan los demás.

Crónica disponible en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/la-catedra-ponce-3403

Maizada de Gallardo

Ricardo Gallardo tiene un problema. 480 vacas y 72 sementales conforman su ganadería. Es materialmente imposible tenerla en la mano. En Zaragoza presentó una corrida indigna. Algunos, grandes como mulas; otros, con apariencia de erales.

Iván Fandiño sueña con un toro gris de Escolar: el de la encerrona de Madrid. Desdibujado, destemplado, sin sitio. El de Orduña parece un torero sin ilusión por vestirse de luces. En los cuatros toros que pasaportó no hizo absolutamente nada destacable. La corrida no permitió grandes lujos, pero las formas del vasco distaron mucho de su condición de promesa a figura de hace un tiempo. Debería recapacitar. Para rematar, el sexto le hizo hilo a favor de querencia, Iván tropezó y el astado le infirió un navajazo en el muslo. Lo mejor, los pares de banderillas de su cuadrilla en el segundo.

Volvía Joselito Adame a la arena de la que huyó en San Jorge. De nuevo nos deleitó con su concepto: desde fuera y para afuera. Consiguió que todos los toros que pasaron por sus manos de un momento a otro rodaran como si fueran croquetas. Lo bueno que tiene Adame es que es un torero listo, que vende su producto como un tombolero. Y alguno se lo compra. Oreja al esportón de un toro que hizo segundo y que se mereció ser toreado y no sometido a banderazos. El quinto fue un toro impresentable. Feo, chico, anovillado. Vergonzoso. La bronca en la plaza fue monumental, pero ni los de arriba ni los de abajo hicieron nada para evitarla. El animal, al menos, tuvo raza. Y el mexicano anduvo por allí. Una nota a destacar fue que la muleta de Adame es incluso más grande que en abril. Nos alegramos de que su pequeña goce de salud y crezca fuerte y sana.

Javier Jiménez vino a Zaragoza a demostrar que quiere ser torero. Su forma de torear es muy pura, especialmente con la mano izquierda. Pone la muleta por delante, lleva al toro con temple e intenta rematar detrás de la cadera. Después de torear al tercero de la tarde se pegó un arrimón de infarto. A la hora de matar se tiró a morir y resultó prendido, infiriéndole el toro una cornada con dos trayectorias. Es el precio de la gloria. Jiménez quiere ser y será torero. Rafael Limón, de su cuadrilla, también recibió una fuerte cornada en el quinto.
Una corrida para no repetir si se va por primera vez a una plaza de toros. Pronta recuperación a los heridos.

Crónica disponible en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/maizada-gallardo-3401

lunes, 10 de octubre de 2016

El encaste minoritario... sí embiste

De nuevo tarde de grises en Zaragoza. Esta vez le tocaba a la ganadería de La Quinta, que envío a La Misericordia una muy buena corrida de toros. Interesantes todos ellos, unos por nobles y otros por encastados. La terna, desigual.

Abrió plaza el primero para Rafaelillo. Durante la lidia el animal cantó que necesitaba un inicio de faena sin recortes para que aumentara su recorrido. Rafael, perro viejo en estas lides, vio el percal y las posibles complicaciones del santacolomeño y lo hizo todo a la contra. Mal. Muy mal. Su segundo pedía que lo llevaran cosido en la muleta desde antes del embroque. Cuando Rafael lo consiguió dejó algunos muletazos estimables. Destacó sobre todo un cambio de mano durante el inicio de faena que el murciano encadenó con un pase de pecho y un muletazo del desdén. A partir de ahí, faena de altibajos. Faena de nada. En ambos toros, Rafael empuñó la zocata únicamente a la hora de matar. Mal en cambas ocasiones, por cierto. Vamos, que vino a pasar el peaje y poco más.

Ricardo Torres hubo de enfrentarse a un toro desconcertante: el segundo de la tarde. Lo recibió con un ramillete de verónicas cadenciosas y derrochando alma. Noble el gris durante la lidia, se coló al principio de faena en un muletazo por la derecha y echó el telón. Ricardo, que está poco placeado, no se entendió con el animal y decidió tirar por la calle de en medio. Con un bajonazo despachó al toro. El quinto fue otra historia. Un animal de unas hechuras para enamorarse. Bajo, serio como la madre que lo parió y con una expresión de bravo. Y así fue. En su primer encuentro con el picador empujó de verdad a la montura y al jinete para empotrarlos contra las tablas y romanear. En la segunda entrada el picador barrenó.  Un atisbo de gran toro. Quedó para la muleta con ritmo, pero tuvo las complicaciones propias de la bravura y de la casta. Tampoco comprendió Ricardo al animal y se fue con las orejas al desolladero. Una gran ovación en el arrastre para Camarero, un toro bravo.

Alberto Álvarez salió a darlo absolutamente todo en Zaragoza. Con el capote estuvo variado y entregado. Largas cambiadas, galleos de todo tipo y color, quites (incluido aquel que popularizó Joselito, la gallosina). Así se viene a una plaza de Primera. Su primer toro, tercero de la tarde, destacó por el temple de su embestida. Alberto empezó un tanto acelerado para irse relajando y confiando hasta dejar muletazos estimables. La espada, la dichosa espada, le privó de un triunfo. El sexto fue con la cara arriba desde que salió por chiqueros. Una faena quizá un tanto larga una vez que el animal se hubo rajado que de nuevo se vio mal coronada por un uso deficiente de la espada. De Alberto queda su actitud y ciertos pasajes, que no es poco.
En definitiva, una corrida muy interesante tanto para el público, como para el aficionado y el propio ganadero. Una corrida de toros. Sin más. Ni menos.

Crónica disponible en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/el-encaste-minoritario--si-embiste-3397 

sábado, 8 de octubre de 2016

Oreja para Isiegas en su debut en Zaragoza

Primera de la Feria del Pilar de Zaragoza. Media entrada en los tendidos. Novillos de Los Maños desiguales de comportamiento y hechuras. Los tres novilleros se presentaban en el coso zaragozano.

Pablo Aguado – ovación con saludos y ovación con saludos
Jorge Isiegas – ovación con saludos y oreja
Adrien Salenc – silencio y silencio.

Azuquita fue volteado en el cuarto de la tarde y pasó a enfermería.

La divisa de Los Maños terminaba su temporada en su  casa: Zaragoza. Aquí queremos a esa casa ganadera, pero hoy no ha sido su día. Faltos de casta y de emoción, a excepción de ciertos pasajes. Tampoco la terna, en líneas generales, ha ayudado. No ha sido una buena corrida, para qué mentir. Y cierto chauvinismo exacerbado no creo que ayude.

Pablo Aguado torea realmente bien con el capote, ya que embarca con la mano de fuera, que es la que torea. Más allá de eso, ha estado ventajista con la muleta. Pinturero, porque en ciertos muletazos y en los remates tiene un gusto especial, pero le cuesta el toreo fundamental. Su lote ha tenido un primero que era un bombón, con una embestida suave que había que acompañar. Aguado, periférico, no ha transmitido nada al tendido. Ese animal, con un poco más de casta, hubiese sido un buen toro. El cuarto, además de no ser picado en su paso por la segunda vara, estaba completamente descastado. Sin historia.

El torero local afincado en Madrid, Jorge Isiegas, tiene una mano izquierda en la que se atisba cierto poder. Su primer toro era un cabroncete por el pitón izquierdo, donde había que tragarle. Y le tragó. Un bajonazo infame le privó de una vuelta al ruedo. Ha sido su buen trato al quinto el que lo ha hecho romper a embestir de una manera demasiado dulzona. Han destacado en ese toro, donde cortó la única oreja del festejo, unos naturales de frente con el compás abierto  para finalizar la faena. Se tiró recto a matar quedando la espada un tanto contraria.

A Adrien Salenc podríamos definirle rápido. Es un novillero nuevo, demasiado, con carencias entendibles por el escaso bagaje. De acuerdo. Lo admitimos.  Ahora bien, no es óbice para que el torero estuviese toreando desde su Nimes natal. No se puede estar más despegado. Tan despegado estaba que se podrían recalificar los terrenos entre novillero y novillo. Fatal. Y para colmo se puso realmente pesado. Tanto rato estuvo delante de la cara del sexto novillo que pasó un quinario para matarlo. Por cierto: HAY QUE PICAR LOS TOROS. No se puede consentir que Zaragoza cambie de tercio a un animal con UN SOLO puyazo. Lo de la cuadra de caballos es caso aparte. No puede ser peor.


El tercero de la tarde, escaso de todo, se terminó de inutilizar para la lidia nada más empezar la faena al clavar los pitones en la arena y doblarse el cuello de mala manera.

Crónica disponible en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/oreja-para-isiegas-en-su-debut-en-zaragoza-3394

jueves, 15 de septiembre de 2016

El Honor de Rocroi

Hacía tiempo que no le daba a la tecla. No tenía ni tiempo ni ganas. Pero hoy toca una historieta tan auténtica como increíble: 1943 y Rocroi.

La verdad que he tenido que volver a releer a Reverte y su Alatriste este verano para volver de nuevo a investigar un poco sobre los Tercios Españoles, la infantería más perfecta que los siglos han visto. Y, como en España desde hace más de un siglo y dos amamos más la decadencia que las luces, qué mejor oportunidad para tratar que Rocroi.

Más que de la batalla quiero hablar tanto de lo que cuenta la colección de libros de Alatriste como de la grandiosa escena de la película. Ambas reflejan a la perfección la clave, en mi opinión, del éxito de los Tercios: el Honor. Y nadie mejor para representar esto que los pinceles del mejor pintor sobre temática militar de la actualidad: Augusto Ferrer- Dalmau, que refleja en su Rocroi, el último Tercio esto de lo que hablo.


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Rocroi fue el principio de un fin ya anunciado. Y allí, nuestros antepasados combatieron (y murieron en su mayoría) con lo único que tenían: Honor. No obstante, seguimos dando guerra durante, al menos, 20 años. 


Una y otra vez los franceses cargaron contra España. Una y otra vez resistieron los Tercios. El uso de artillería fue decisivo para El Gran Condé. A cada brecha abierta en la vanguardia del Tercio, ocupada por los soldados más veteranos, España respondía cerrando sus filas. Cierra, España. “Soldados viejos a vanguardia, soldados viejos a retaguardia”. El honor de luchar en primera fila. El honor de morir en primera fila.

Y en un momento de descanso, parlamento. Españoles, les ofrezco una capitulación honrosa permitiéndoles salir en formación y con sus banderas. «Decidle al señor Duque de Enghien que agradecemos sus palabras. Pero esto es un tercio español»

Esto es algo que queda bastante bien reflejado en la película de Díaz Yanes. La música de fondo, la marcha La Madrugá de Abel Moreno interpretada por el Regimiento Soria 9, la unidad más antigua del Ejército y descendiente directa de aquellos Tercios.


La derrota nos llegó en Rocroi. Lo que no perdimos fue el Honor. Cuando los franceses preguntaron por el número de nuestras tropas, un soldado, arrogantemente, contestó: «Contad los muertos».


Porque pudimos perder la vida y nuestro Imperio, pero no perdimos la dignidad.

miércoles, 27 de julio de 2016

Los estatutos de La Bohème de Puccini

Aprovechando el verano y una de esas noches en las que los ojos lo único que ven es techo, tropecé con un programa en la Cadena SER sobre ópera. Play Ópera, para más señas.

Sonaba La Bohème, de Puccini. Total, que al día siguiente me puse a mirar un poco más sobre el autor. Et voilá, sorpresa sorpresa.


Resulta que cuando Puccini vivía en París, en ese París de la bohemia de finales del siglo XIX, creó un club donde, básicamente, se jugaba, se comía y se bebía (es decir, se vivía) con un estatutos la mar de peculiares. Allí, el autor era el presidente y dejó plasmados estos principios fundadores del club:

  1. Los socios del club "La bohéme", fieles intérpretes del espíritu de la fundación del club, juran beber bien y comer mejor.
  2. Los cascarrabias, débiles de estómago, pobres de espíritu, rezongones y demás desgraciados de este género, no están admitidos y los miembros del club procederán a echarlos furiosamente.
  3. El presidente cumplirá las funciones de árbitro y se encargará de obstaculizar la labor del tesorero destinada al cobro de las cuotas.
  4. El tesorero está facultado para huir llevándose la caja.
  5. El local estará iluminado con lámparas de petróleo. En caso de falta de combustible, se utilizarán los mocos de los socios. 
  6. Está completamente prohibido todo juego legal.
  7. Está prohibido el silencio.
  8. No se aceptará la prudencia ni siquiera en casos excepcionales.

Como para no apuntarse.

jueves, 9 de junio de 2016

Un turista en Venecia, por Chaves Nogales

Hoy os traigo un extracto del libro "La vuelta a Europa en avión", de Manuel Chaves Nogales. Para no perdérselo.

Si yo fuese veneciano, ya una mañana cualquiera que me hubiese levantado de la cama con mal humor, me habría ido a la plaza de San Marcos y, cogiendo por las solapas al primer imbécil de turista que me encontrase echándole de comer a las palomas, le hubiese hablado así:

“Caballero, esto que hace usted es indigno. ¿No le remuerde la conciencia? ¿No se avergüenza de estar aquí con ese aire estúpido extasiado ante la fachada de San Marcos o embobado con el Campanile? ¿Cree usted que esto es serio? ¡Venir aquí a repetir los mismos tópicos admirativos que han repetido ya todos los millones de turistas del mundo, a decir una vez y otra que todo es «interesante», «muy interesante», y a creerse de veras que su alma de cántaro se ha conmovido en presencia de las grandes obras de arte cuando hay en el mundo tantas cosas ciertas y serias que ver, que admirar y que sentir! ¿No comprende usted el daño que hace con su estúpida superstición?
Mire usted, señor: yo soy veneciano, tengo esta desgracia. A mis antepasados se les ocurrió hacer esta ciudad insensata en una laguna. Pero, en fin, ellos sabrían por qué. Tal vez tuviesen sus razones. No; yo no les culpo a ellos. Después de todo, lo hicieron bien; ésta es la verdad. Lo intolerable, lo dramático, es que yo tenga que pagar las consecuencias. Es decir, que me las haga usted pagar a mí.
No, no se escandalice; usted tiene la culpa. Aquí no se puede vivir; esto es una verdadera porquería. Estos maravillosos canales que emocionan a las criaturas de temperamento poético son unas verdaderas letrinas. ¿Pero es que no tiene usted narices? Huela usted, hombre; huela usted. En esta maravillosa ciudad de Venecia que emociona hasta el desmayo a las damitas inglesas y a los tenderos alemanes, nos morimos de fiebre palúdica, de tifus, de disentería. ¡Y ni siquiera se nos otorga el consuelo de figurar en las estadísticas, porque como ésta es una ciudad de turismo, no se les puede espantar a ustedes! ¿No ha sentido usted por la noche los mosquitos, esos terribles mosquitos venecianos que nos tienen comidos, que nos alancean y nos inyectan todos los gérmenes patógenos conocidos y por conocer?
Usted, señor turista, vive en una ciudad razonable que le permite a usted cruzarla de punta a punta en unos minutos gracias al metro, los autobuses o los tranvías. Esta ciudad donde usted vive tiene un crecimiento normal, está rodeada de campos que, merced a su industria, usted va ganando y transformando en riqueza urbana, de la cual se queda usted con una buena porción en el bolsillo. ¿No es eso? Pues bien, señor; nosotros no tenemos aquí campo alguno para el desarrollo de nuestra actividad, ni siquiera manera hábil de ser activos. ¿Cree usted que es posible ir a hacer negocios, a asistir a la oficina, luchar, ser hombre diligente y rápido en la acción cuando para moverse tiene uno que acompasar el ritmo de su vida al ritmo que lleva el remo de su gondolero?
Se entusiasma usted con el brillo de los ojos de nuestras mujeres y no ve que ese brillo es el de la fiebre, el de las tercianas que suelen tener. Su esposa de usted, señor turista, sale de paseo por los bulevares para esparcirse y tonificar sus nervios en el Tiergarten, el Bosque de Bolonia o el Retiro; la mía, caballero, tiene que quedarse encerrada en casa luchando con los mosquitos y con el mal olor, con un humor de perros, neurasténica, más loca que una cabra. Usted tiene unos niños que corretean por los jardines y los parques municipales de su ciudad; yo tengo a mis hijos, amarillos y tristes encerrados en el pozo de piedra de un patio interior. Usted puede irse a las afueras de su ciudad, llamar a Le Corbusier y hacerse la casa que se le antoje y en el sitio que le plazca. Aquí, todas las casas que era posible hacer, están hechas. Yo tengo que vivir en las habitaciones de mi bisabuelo, asomarme a los huecos que le plugo hacer en su casa a mi bisabuelo y tener un salón decorado según el gusto de mi bisabuelo. Porque ¡qué crimen no sería derribar uno de esos palacios maravillosos e incómodos para levantar en su solar una casa, vulgar y confortable!
No me interrumpa, no; ya sé lo que va usted a decir, que usted no tiene la culpa. Sí, señor; la tiene usted. Pues si no fuera por ustedes los turistas, ¿viviríamos nosotros aquí? No; si no fuese por la codicia que despierta vuestro dinero, esta poética y maravillosa ciudad estaría desierta. Los venecianos se hubieran ido a ganarse la vida honradamente por ahí, viviendo de una manera razonable. Son ustedes con sus propinas, con sus gastos de hotel y sus compras de reproducciones y de chucherías, los que nos amarran a esta vida miserable de mendigos disimulados, de cicerones, de camareros. ¿No cree usted que ese mozo veneciano que va empujando cansadamente el remo mientras usted aprisiona el talle de una madamita sentimental a lo largo de los canales podía ganarse la vida de una manera más fácil y más limpia?
Váyase, señor turista, váyase. Dejemos esto convertido en un museo o en una especie de relicario aislado de la vida contemporánea por una especie de vitrina espiritual. Ni usted ni nosotros tenemos nada que hacer aquí. Nosotros, porque en el mundo moderno hay otras maneras más dignas y eficaces de ganarse la vida. Usted, porque —ahora en confianza— maldita la emoción estética que esto le produce. Seamos sinceros. A usted, señor fabricante de Chicago o comerciante de París, le traen completamente sin cuidado las preocupaciones espirituales. Usted tiene muchas cosas que hacer, está absorbido por muchas preocupaciones materiales. ¿Verdad que le traen completamente sin cuidado las maravillas arquitectónicas de la catedral y la colección de lienzos del palacio de los Dux? Dejemos eso del arte para unos cuantos insensatos que no tienen dinero para venir a Venecia, y hablemos claro. Viene usted aquí únicamente para poder algún día tomar la palabra en su club y decir: «Una noche en Venecia paseábamos por el gran canal…». ¿No es eso? Pues no sea usted tonto. Porque diga eso ya nadie le tendrá por más culto, ni por más espiritual, ni por más sensible. Ya no se engaña a nadie con esas cosas. Quédese, pues, en su casa, nos hará usted un gran favor”.

Esto le diría, y después, si no se iba, le echaría una mano al pescuezo, le arrancaría a viva fuerza la cartera repleta de libras o dólares y le arrojaría al gran canal. A ver si así se curaba de su estupidez.

sábado, 4 de junio de 2016

The Rumble in the Jungle

Hoy, 4 de junio de 2016, ha muerto el más grande entre los grandes pesos pesados de la Historia. Un boxeador que fue mucho más que un boxeador. Es imposible conocer, por ejemplo, cómo afectó el conflicto de Vietnam en la sociedad estadounidense o cómo fue la lucha por los derechos civiles de la población negra sin tener en cuenta el papel principal que asumió para sí Cassius Clay, Muhammad Ali. El peso pesado que se movía como un ligero. El boxeador que sólo respetó a otro boxeador en su vida: Sugar Ray Robinson.

Y, en este momento, me apetece escribir de nuevo sobre boxeo. Quizá que este deporte haya sido relegado a un segundo plano informativo de un tiempo a esta parte me hizo acercarme a él como mero espectador primero y como admirador después.

Si hay un combate que representa todo en la Historia del Boxeo (con mayúsculas), ese es el que se conoció como The Rumble in The Jungle entre Foreman y Ali en Zaire en 1974. Una de las pelas del siglo. Una de las peleas de la Historia. Una pelea por el Título de los pesados. Sí. Y mucho más.

La velada fue patrocinada por el entonces presidente de Zaire, dictador después, Mobutu Sese Seko, y fue una de las primeras experiencias de Don King como promotor de boxeo. No fue la primera de las peleas del polémico Ali en tierras con una raigambre pugilística casi inexistente, ya que en Manila, Filipinas, al año siguiente, tuvo lugar otro combate, este vez contra el archienemigo por antonomasia, Frazier.
La pregunta parece clara: ¿por qué Zaire y por qué contentar al asesino de Mobutu? La respuesta: más de 10 millones de dólares de la época. Por cierto, Mobutu no apareció por el combate. Lo valientes que son los dictadores. Eso sí, una pancarta gigantesca presidía la velada. Que una cosa es no estar y otra no aparecer.

Las hostilidades, tal y como diría el admirado Héctor del Mar, dieron comienzo en el Estadio Fortaleza, cuyos departamento interiores eran utilizados a modo de cárcel.
Allí, una muchedumbre enfervorecida no paraba de gritar “!Ali bomaye!, !Ali bomaye!”, Ali, mátalo.

Días antes del combate hubo algunos muertos, de raza blanca, en un ambiente enrarecido. El dictador actuó como un dictador.  Mandó a la cárcel a más de 1000 personas y aquí paz y después, gloria.
Ali aparecía en todas las apuestas como el perdedor. Foreman arrastraba una racha impresionante. El grandísimo Joe Frazier había besado la lona hasta en seis ocasiones en dos asaltos en un combate anterior. Una racha de 40-0 con 37 Knock Out. Casi nada lo del amigo.

Sin embargo, Clay era mucho Ali. Gracias al ex-púgil Larry Holmes y a un entrenamiento espartanos, Ali estaba mucho más delgado que en anteriores ocasiones. Listo para la guerra.

Y así fue. Decía el Maestro Antonio Ordóñez que hay una serie de tardes al año que tenías que estar dispuesto a morir en la arena de una plaza de toros. Esa filosofía la tienen también los boxeadores. Y tanto Ali como Foreman, que defendía por tercera vez su título de campeón de los pesados, estaban dispuestos a morir sobre la lona que circunscriben las 16 cuerdas.

A una hora intempestiva, las 4 de la madrugada de la costa este estadounidense (la que todavía se utiliza para marcar, por ejemplo, la hora de la Superbowl o de los estrenos televisivos de relumbrón) dio comienzo la pelea con el juego previo que tanto gustaba al gran campeón.

Alrededor de  60.000 africanos casi suplicando '¡Ali bomaye! ¡Ali bomaye!'. 8 asaltos. 24 minutos de boxeo. 24 minutos de guerra. Y la guerra es, esencialmente, valor y táctica. Ali en las cuerdas al más puro estilo Balboa gritándole a Foreman: “Pegas como una mujer”, “Pégame más fuerte, campeón”. ¿Os suena? Clubber Lang y Rocky Balboa en Rocky 3, Forema y Ali en Zaire.

Y Ali venció tras una combinación absolutamente genial. Y Ali convenció. Y Ali se convirtió en una leyenda que acabaría de forjar al año siguiente, 1975, en Filipinas contra Frazier.

Mucho más que un boxeador. Un ídolo de masas y un movilizador social de primera fila.

La pelea completa se encuentra disponible en Youtube:

lunes, 2 de mayo de 2016

El Honor de los presos del 2 de mayo

Acabo de releer el libro "Un día de cólera", de Arturo Pérez-Reverte, y desde aquí os lo recomiendo. Un libro y un autor que, personalmente, les tengo en estima por estar siempre a las duras y a las maduras. Filias y fobias aparte.

La historia de esta entrada la he leído en ese libro y en un artículo del autor publicado en el XL Semanal.

Esta es la historia de unos hombres con un valor que actualmente está en franca decadencia: el Honor. La Palabra de Honor.

El 2 de Mayo de 1808, una vez levantado el pueblo de la Villa y Corte contra los invasores franceses, los presos de la Cárcel Real, situada en la Plaza de la Provincia, muy cerca de la Plaza Mayor, pidieron que les dejaran salir a luchar, comprometiéndose a volver después de la lucha al penal. 


La petición fue entregada por Francisco Xavier Cayón, preso en la cárcel, y estaba suscrita por todos sus compañeros de presidio. Esta decía: «Abiendo advertido el desorden que se nota en el pueblo y que por los balcones se arroja armas y munisiones para la defensa de la Patria y del Rey, suplica, bajo juramento de volber a prisión con sus compañeros, se les ponga en libertad para ir a esponer su vida contra los estranjeros».

Sopesando la situación fuera de la prisión y la que se podría armar dentro, los responsables dejaron salir a los presos que habían comprometido su palabra en volver.

Y así fue que, de 94 presos que estaban entre rejas, 56 salieron a combatir. Uno murió y otro puso pies en polvorosa. 2 desaparecidos y dados por muertos. 51 de 56 regresaron. Es decir, de 56 que salieron a combatir, sólo uno aprovechó la situación para decir: "pies, para qué os quiero". Honor.

La gran mayoría de ellos se encaminaron hacia la Plaza Mayor, donde lograron conquistar un cañón francés y lo dirigieron contra la infantería francesa que avanzaba hacia ellos por la calle de los Consejos.





¿Por qué pidieron salir? De nuevo la respuesta creo que es el Honor. Imagínense que ustedes, encerrados entre rejas, escuchan a través de un ventanuco minúsculo, situado a más de dos metros de altura, gritos, juramentos, lamentos, gritos y sollozos. Mi familia, pensarán. Qué estará pasando con mi familia. No puedo estar aquí. He de salir a matar o a morir. Y allá que te fueron. No es lo mismo combatir en tierra extranjera que teniendo a tu espalda a tu mujer, hijos y demás familia. Eso es un plus en cualquier conflicto. La defensa a la desesperada.

La verdad es que tiene su cierta lógica dejar que unos presos salgan a combatir. No es algo pensado como “de perdidos al río” por parte de las autoridades de la cárcel. En absoluto. La sublevación de Madrid y la Guerra de la Independencia en general normaliza un estilo de guerra que será típicamente español: la guerra de guerrillas. Y en ese ambiente de navajazo, degüello y ataques rápidos aprovechándose del terreno, ¿quién mejor que un preso de la capital? Las autoridades creyeron que nadie mejor que ellos.

Pónganse en su lugar. Pónganse en el lugar de estos héroes olvidados. Salen a morir motu proprio desde una cárcel en el siglo XIX y prometen regresar si aún siguen con vida. Y regresan. 

El Honor.






lunes, 25 de abril de 2016

Desierto en la Concurso

Allá por el año 2000, el maestro Luis Francisco Esplá inauguraba la tradición de las Corridas Concurso en el coso de Pignatelli. Hoy, 16 años más tarde, debemos darle una vuelta más, a tenor de los resultados de los últimos dos años. Una corrida concurso debe ser eso: una Corrida Concurso. Toros de diversos encastes, en tipo y con unas reatas y notas contrastadas. Esto no puede convertirse en una limpieza de cerrados ni un campo de pruebas. Aquí se debería venir a ganar y con lo mejor de cada casa. Empresa, ganaderos y toreros deberían saber a qué vienen a esta corrida a Zaragoza.
El primero, de Bohórquez, era amplio en todo su cuerpo, desde los pitones hasta la penca del rabo. Fue recibido con una ovación por la afición. Cumpliendo en varas, comenzó a quejarse en banderillas. La lidia que le administraron no fue la mejor y Rafaelillo comenzó por bajo cuando el toro quizá pedía que le condujeran a su altura. Mirón y probando al coleta, se fue apagando poco a poco. Tampoco el toreo hizo nada por mejorarlo. Un toro más.
647 kg. pesó el de Cuadri que hizo segundo. Y 50 kg. que le habrían cabido más. Largo como un tren este Ferroviario que fue recibido con palmas de salida. Decidido el torero de la tierra con el capote, con el que consiguió algún lance estimable. El toro demostró en el caballo lo que iba a ser: falto de casta y clase, con la cara siempre a media altura. Tocaron a banderillas y aquí llegó uno de los puntos fuertes de la tarde. Iván García, que es un torero de la montera al lazo de la zapatilla, hizo una lidia de manual, dándole al animal lo que necesitaba. Ambel y Manolo de los Reyes se lucieron con los garapullos y recibieron una ovación. A Paulita se le veía con ganas, pero la mala suerte quiso que el toro de Cuadri se lastimase la mano derecha y se inutilizara para la lidia nada más comenzar la faena. Y aquí acabó este capítulo.
Manso en el caballo y noble repetidor en la muleta el protestado toro silleto de AlcurrucénManuel Escribano estuvo con oficio con él, templado, pero toreando fuera de cacho. Acabó por hacer un toreo más efectista que, junto a un espadazo saliendo trastabillado, le valió la única oreja cortada en el ciclo.
Imponente de arboladura el albaserrada de Adolfo Martín, que recibió una ovación de salida. Tomó cuatro varas por parte de Juan José Esquivel, que toreó bien a caballo. Cumplió el animal, pero viniéndose a menos, con más genio que otra cosa. Salió del encuentro con el caballo embistiendo a arreones. Rafaelillo comenzó doblándose con el toro, pero el perder la muleta hizo que el animal decidiese que ya no embestía, desentendiéndose de la pelea. La izquierda de Rafaelillo la vimos con la muleta sólo a la hora de matar. Tragándose la muerte acabó el de Adolfo.
Fuente Ymbro es una ganadería con una variedad de presentación en sus toros que asombra. El que ha mandado a Zaragoza parecía hecho por Picasso. Cara de vaca, pitones camargueses, una pelota enorme en el morrillo, largo como un tráiler de varios ejes y alto como un flamenco. En definitiva, feo como él solo. Derribó a Sangüesa en la primera vara. Puro espejismo. El plato fuerte de la corrida llegaría en el tercio de banderillas. Muy bien Ambel con la capa y extraordinarios Iván García y Manolo de los Reyes con los palos. Cuando se llenan de contenido todos los tercios, esto genera interés. En la muleta el toro fue un marmolillo. El de Alagón se quiso justificar estando más tiempo del necesario delante de la cara del animal.
El de la Jota correspondía a la ganadería de la tierra, Los Maños. Anovillado, paletón y con la cara un tanto lavada. Fue muy protestado por el tendido. No debió pasar el reconocimiento. La primera vara fue de bravo, empujando hasta con el rabo. Tres puyazos recibió, viniéndose abajo conforme avanzó la lidia. En la muleta acabó por rajarse y huyendo a tablas. Escribano anduvo profesional con él y dejó una estocada tendida.
Una Concurso a la que deberíamos dar una vuelta de tuerca. Porque una corrida de este tipo no sólo es necesaria, sino imprescindible. Por el toro y por la diversidad de encastes.

  • Zaragoza. Plaza de toros de La Misericordia. 2ª de la Feria de San Jorge. Corrida Concurso de ganaderías. Casi media entrada en tarde ventosa.
  • Rafaelillo: ovación con saludos y silencio.
  • Paulita: silencio y ovación con saludos.
  • Manuel Escribano: oreja y leve petición.
  • Tras romper el paseíllo hubo una ovación para la UYTAC y para los matadores, que salieron a recogerla al tercio.
  • PREMIOS: Mejor Toro: desierto; Mejor Lidiador: Iván García, en el segundo toro; Mejor Picador: Juan José Esquivel, en el cuarto toro

sábado, 23 de abril de 2016

Ni Dragón embistiendo ni San Jorge toreando

Crónica disponible en:

http://www.porelpitonderecho.com/inicio/ni-dragon-embistiendo-ni-san-jorge-toreando-2883


Abría sus puertas el coso de Pignatelli en esta temporada 2016 con un encierro de la divisa extremeña de López Gibaja, que tras sus actuaciones en Valencia con diversas novilladas debutaba en plaza de primera con corrida de toros. El antecedente más cercano en esta plaza fue aquel Marqués, que ganara la Corrida Concurso de esta misma plaza en 2013. La presentación del encierro ha sido desigual, con dos toros, tercero y quinto, absolutamente impresentables en una plaza de la categoría del coso zaragozano.
Joselito Adame hacía el paseíllo desmonterado al debutar como matador en Zaragoza. En ninguno de sus dos toros colocó al animal en suerte, cosa que en el cuarto se le exigió con firmeza por parte de la afición, ya que el toro empujó de verdad en su primera vara. Pero vayamos por partes. Su primer toro, un manso de libro, humillaba al coger los trastos. Tras una lidia en la que no se le pudieron dar más capotazos, se puso el hidrocálido a seguir por el mismo palo que su cuadrilla. Total, que entre el poco temple, que estaba toreando desde la Plaza del Pilar y que el animal se fue yendo poco a poco abajo, nos quedamos sin nada. Bueno, sin nada no. Adame trajo por trastos dos bonitas mantas zamoranas que hubiesen hecho las delicias en el invierno de la ciudad. Es materialmente imposible torear decentemente con semejantes carpas de circo. El cuarto, como ya hemos dicho, tomó una buena primera vara que fue bien administrada por Óscar Bernal. ¿Y qué hizo Adame? Una demostración de eso que se conoce por Tauromaquia 2.0 a la que se añadió una buena cantidad de zapatillazos. Tras matar al animal, el espada, con el permiso de la autoridad abandonó la plaza.
Mi reflexión, como aficionado, es: ¿cómo se puede permitir que el director de lidia abandone la corrida sin que esta haya terminado? Una vergüenza, un despropósito y, sobre todo, una falta de respeto a la afición y a sus compañeros.
Juan del Álamo entró a última hora por sustitución de David Mora, con una rotura fibrilar en el gemelo. Qué casualidad. Álamo tuvo como primer enemigo a un toro al que le hicieron todo al contrario a partir de su paso por el caballo, donde fue bien picado por Paco María. Su faena con la muleta fue más larga que un día sin pan. Y no contento con ponerse realmente pesado, se entretuvo en pegar circulares de todo tipo. Con el quinto apenas tuvo opción. Un toro manso, descastado, mal lidiado y mal presentado.  Un capítulo vacío.
Fortes es un torero con valor. Con mucho valor. Pero poco toreo. Transmite al tendido una sensación de inseguridad que es difícil de explicar. Quizá el mejor ejemplo es su faena al tercer toro de la tarde. En las cercanías, con escaso temple y sin conducir la embestida del toro, que tampoco era nada del otro mundo. El público, con sensación de que podía ser cogido en cualquier momento. Y Fortes acabó el cuadro con unas bernadinas ajustadísimas. Toreo poco, valor todo el del mundo. Por cierto, lo de brindar con una rosa y un libro es una estupidez de proporciones considerables. Esto es Aragón, por si no se ha enterado alguno. El sexto toro no lo quiso ni ver. Bronco, sí. Pero Fortes ni se puso. Casi que lo agradecimos, porque más de dos horas y media de sopor son mucho sufrir de forma gratuita.
Y así acabó la primera de feria. Ni Dragón embistiendo ni San Jorge toreando. Mañana la concurso. Esa va a ser.

  • Zaragoza. Plaza de toros de La Misericordia. 1ª de la miniferia de San Jorge. Algo más de un tercio de entrada en tarde primaveral con el cierzo propio de la tierra. Corrida de Toros de López Gibaja, desiguales en presentación y juego.
  • Joselito Adame: ovación con saludos y silencio.
  • Juan del Álamo: ovación con saludos y silencio.
  • Jiménez Fortes: leve petición y pitos.

martes, 15 de marzo de 2016

El discurso de Marco Antonio

Hoy es el día. Hoy murió César. Y Shakespeare lo llevó al teatro en su Julio César. La obra empieza en el momento decisivo de la Historia, cuando Julio César, en su camino al circo para ver unos festejos, es avisado por un visionario con la siguiente, y desde entonces, famosa frase: “¡Cuídate de los Idus de marzo!

Es el tercer monólogo  al que hago referencia en el título de la entrada. Es el segundo monólogo de Marco Antonio, en respuesta a uno pronunciado por Bruto, uno de los ejecutores de César. Marco Antonio sale a escena con el cuerpo inerte de César y lo deja a los pies del pueblo romano que acaba de escuchar a Bruto. Se ha comprometido a que si le dejan hablar en el funeral de César no dirá nada en contra de los asesinos. Comienza el discurso, el pueblo romano, las gentes de Roma están en su contra, en contra del César. Y Marco Antonio conseguirá darle la vuelta a la tortilla.

Aquí os dejo íntegro el discurso de Marco Antonio a los pies del Capitolio.

"¡Amigos, romanos, compatriotas, prestadme atención! ¡Vengo a inhumar a César, no a ensalzarle! El mal que hacen los hombres perdura sobre su memoria. Frecuentemente el bien queda sepultado con sus huesos. ¡Sea así con César! El noble Bruto os ha dicho que César era ambicioso. Si lo fue, era la suya una falta grave, y gravemente la ha pagado. Con la venia de Bruto y los demás, pues Bruto es un hombre honrado, como son todos ellos, hombres todos honrados, vengo a hablar en el funeral de César. Era mi amigo, para mí leal y sincero; pero Bruto dice que era ambicioso. Y Bruto es un hombre honrado. Infinitos cautivos trajo a Roma, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Parecía eso ambición en César? Siempre que los pobres dejaban oír su voz lastimera, César lloraba. ¡La ambición debería ser de una sustancia más dura! No obstante, Bruto dice que era ambicioso, y Bruto es un hombre honrado. Todos visteis que en las Lupercales le presenté tres veces una corona real, y la rechazó tres veces. ¿Era esto ambición? No obstante, Bruto dice que era ambicioso, y, ciertamente, es un hombre honrado. No hablo para desaprobar lo que Bruto habló. Pero estoy aquí para decir lo que sé. Todos le amasteis alguna vez, y no sin causa. ¿Qué razón, entonces, os detiene ahora para no llevarle luto? ¡Oh raciocinio! Has ido a buscar asilo en los irracionales, pues los hombres han perdido la razón… ¡Perdonadme un momento! Mi corazón está ahí, en ese féretro, con César, y he de detenerme hasta que torne a mí."

(Los ciudadanos hablan entre sí dando la razón a Antonio).

"Ayer todavía, la palabra de César hubiera podido prevalecer contra el universo. Ahora yace ahí, y nadie hay tan humilde que le reverencie. ¡Oh señores! Si estuviera dispuesto a excitar al motín y a la cólera a vuestras mentes y corazones, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes, como todos sabéis, son hombres honrados. ¡No quiero ser injusto con ellos! Prefiero serlo con el muerto, conmigo y con vosotros, antes que con esos hombres tan honrados. Pero he aquí un pergamino con el sello de César. Lo hallé en su gabinete, y en su testamento ¡Oiga el pueblo ésta su [última] voluntad (aunque con vuestro permiso, no me propongo leerlo), e irá a besar las heridas de César muerto y a empapar sus pañuelos en su sagrada sangre! ¡Sí! ¡Reclamará un cabello suyo como reliquia y, al morir, lo transmitirá por testamento como un rico legado a su posteridad! "

(Los ciudadanos exigen conocer el testamento de César).

"¡Sed pacientes, amables amigos! ¡No debo leerlo! No es conveniente que sepáis hasta qué extremo os amó César. Pues siendo hombres, al oír el testamento de César os enfureceríais llenos de desesperación. Así, no es bueno haceros saber que os instituye sus herederos, pues, si lo supierais, ¡Oh! ¿Qué no habría de acontecer?"

(Más voces exigiendo la lectura del testamento).

"¿Tendréis paciencia? ¿Permaneceréis un momento en calma? He ido demasiado lejos en deciros esto. Temo agraviar a los honrados hombres cuyos puñales traspasaron a César. ¡Lo temo!"

(Siguen las exigencias de los ciudadanos).

"¿Queréis obligarme, entonces, a leer el testamento? Pues bien, formar círculo en torno al cadáver de César y dejadme mostraros al que hizo el testamento. ¿Descenderé? ¿Me dais vuestro permiso?"

(Baja de la tribuna y se sitúa junto al catafalco con los despojos de César).

"Si tenéis lágrimas, disponeos ahora a verterlas. ¡Todos conocéis este manto! Recuerdo cuando César lo estrenó. Era una tarde de estío, en su tienda, el día que venció a los nervios. ¡Mirad: por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved qué brecha abrió el envidioso Casca! ¡Por esta otra le hirió su muy amado Bruto! ¡Y al retirar su maldecido acero, observad cómo la sangre de César parece haberse lanzado en pos de él, como para asegurarse de si era o no Bruto el que tan inhumanamente abría la puerta! Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César. ¡Juzgad, oh dioses, con qué ternura le amaba César! Ese fue el golpe más cruel de todos, pues cuando el noble César vio que él también le hería, la ingratitud, más potente que los brazos de los traidores, lo anonadó completamente. Entonces estalló su poderoso corazón y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo que se inundó chorreando sangre… ¡Oh, qué caída, compatriotas! En aquel momento, yo y vosotros y todos, caímos, y la traición sangrienta triunfó sobre nosotros. Oh, ahora lloráis, y percibo sentir en vosotros la impresión de la piedad. Esas lágrimas son generosas ¡Almas compasivas! ¿Por qué lloráis, cuando aún no sabéis visto más que la desgarrada vestidura de César? ¡Mirad aquí! ¡Aquí está él mismo, desfigurado, como veis, por los traidores! "

(Los ciudadanos claman venganza).

"Buenos amigos, apreciables amigos, no os excite yo con esa repentina explosión de tumulto. Los que han consumado esta acción son hombres dignos. ¿Qué secretos agravios tenían para hacerlo? ¡Ay, lo ignoro! Ellos son sensatos y honorables, y no dudo que os darán razones. ¡Yo no vengo, amigos, a concitar vuestras pasiones! Yo no soy orador como Bruto, sino como todos sabéis, un hombre franco y sencillo, que amaba a su amigo, y esto lo saben bien los que públicamente me dieron licencia para hablar de él. Porque no tengo ni talento, ni elocuencia, ni mérito, ni estilo, ni ademanes, ni el poder de la oratoria, que enardece la sangre de los hombres. Hablo llanamente y no os digo sino lo que todos conocéis. Os muestro las heridas del bondadoso César, pobres, pobres bocas mudas, y les pido que ellas hablen por mí. Pues si yo fuera Bruto y Bruto Antonio, ese Antonio exasperaría vuestras almas y pondría una lengua en cada herida de César capaz de conmover y levantar en motín las piedras de Roma. "

(El público quiere oír el testamento).

"Aquí está, y con el sello de César. A cada ciudadano de Roma, a cada hombre, individualmente, lega setenta y cinco dracmas."

(Voces de satisfacción)

"Os lega, además, todos sus paseos, sus quintas particulares y sus jardines recién plantados a este lado del Tíber. Los deja a perpetuidad a vosotros y a vuestros herederos como parques públicos para que os paseéis y recreéis ¡Este era un César! ¿Cuándo tendréis otro semejante?"

(Los ciudadanos deciden incinerar allí mismo el cadáver de César y, con esas llamas, prender antorchas para incendiar las casas de los traidores).

"¡Ahora prosiga la obra! ¡Maldad, ya estás en pie! ¡Toma el curso que quieras!"




Y para acabar, este discurso en boca del actor más grande de la Historia: Marlon Brando.



Versión en castellano

Versión en inglés (VO)