lunes, 17 de octubre de 2016

Había una vez...

Se notaba en los aledaños de la plaza que el público de hoy no era el de todos los días. Caras poco conocidas, comentarios peculiares y mucha gente venida de la zona de Calatayud, de donde es nativo Pérez Langa, que tomó la alternativa de manos de Hermoso de Mendoza.

Abrió plaza un novillete regordío manso pero con un tranco suficiente como para hacer el rejoneo actual. Pérez Langa, nervioso, no acertó ni en las velocidades ni en las distancias. Marró con las banderillas, batió demasiado rápido e incluso tuvo problemas con las riendas. Un bajonazo y oreja cariñosa. Pues nada. En el que cerró plaza le vimos incluso peor. No soy amigo de paisanajes. A Zaragoza hay que ir hecho y sabiendo lo que se hace. Así sólo consigues que hasta los autobuses que vienen a verte dejen de apoyarte. Para que la faena terminara de ser una cosa lúdico-festiva sólo faltó Paquito el Chocolatero y el baile en los tendidos. Dos rejonazos, descabellos varios y demás perrerías de la cuadrilla hicieron que Langa diera una vuelta al ruedo. Lo del público, de psiquiátrico. Y otra vez gritos como si fuera un campo de fútbol.

Hermoso de Mendoza es otra historia. Mientras otros parecen sacados de arar, Pablo y su cuadra tienen sentido del temple. Dos faenas medidas a un primer toro parado y a un segundo que se dejó crudo y que se movió le valieron una oreja de cada oponente. En el segundo de la tarde sobresalió un inicio de lidia encelando al toro de salida con Napoléon. En el cuarto sobresalió Disparate en un par citando hacia atrás y batiendo en corto hacia delante. La petición de segunda oreja fue clamorosa, pero Bentué, bien, aguantó. Ni era faena de dos ni el pinchazo previo y el rejón definitivo lo merecían. Su cuadrilla, infame. Lo de hacer la rueda y tirar al toro debería acarrear sanción.

Lea Vicens es todo elegancia montada a caballo. Le faltan recursos básicos, especialmente cuando un toro aprieta hacia tablas. Ya en su primero de la tarde se vio en algún aprieto por este motivo. Una faena de aliño rematada con un rejón trasero y desprendido dieron con el animal en el desolladero. De nuevo los miembros de la cuadrilla tiraron al toro haciendo la rueda y pegándole tirones y recortes. De nuevo no hubo sanción. Llegó el quinto y llegó el momento de más apuro de la tarde. Su caballo no se agarró bien y el toro, que tenía querencia hacia tablas, se metió debajo de la grupa del caballo y le propinó una feísima voltereta por la que pasó a la enfermería una vez concluyó con el animal.
Urge replantearse los rejones. Es un espectáculo circense que en poco se parece a la esencia del rejoneo. El respeto por el toro es dudoso. Y es que si no se respeta al animal vemos cosas como las de la última del Pilar: de coña. O de loquero.


Crónica dispoble en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/habia-una-vez--3417

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