viernes, 19 de febrero de 2016

El Partido de la Muerte

Siempre dicen que la realidad supera con creces a la ficción. Y es absolutamente cierto.
Vamos a remontarnos a 1942. Europa se encuentra en ese avispero de sangre, sudor y lágrimas que fue la Segunda Guerra Mundial. Y en medio del horror, un grupo de hombres valientes.

Kiev, 1942, durante la ocupación nazi.
El origen de la historia nace en una panadería, propiedad de un hombre llamado Kordik, un aficionado del Dinamo de origen alemán que curiosamente dio trabajo como limpiador a Trusevich, el portero de su equipo, condenado a la indigencia tras la ocupación de la capital de Ucrania.
A Kordik entusiasta del fútbol, se le ocurrió la idea de formar un equipo de fútbol de la panadería, y obviamente con el agrado del jugador-trabajador, allá por la primavera de 1942, Trusevych empezó a buscar por Kiev a su antiguos compañeros de equipo para “resucitar” al Dinamo. El primero que encontró fue Makar Goncharenko.
Una vez reunidos se creó el FC Start,  formado finalmente por antiguos jugadores del Dinamo de Kiev y del Lokomotiv. Tras cosechar algunas victorias contra equipos del país, diezmados por la guerra, el nuevo conjunto fue puesto en el punto de mira de los equipos formados por las fuerzas invasoras alemanas.
La Luftwaffe (la fuerza aérea dirigida por Göring. Por cierto, alumno más aventajado del archifamoso Barón Rojo) y las SS,  que con aires de superioridad les retaron a un partido. 
El 6 de agosto, el Start cumplió en el campo, lejos de amedrentarse y se ensañó también con el Flakelf, conjunto formado por militares alemanes, derrotándolo por 5-1.El deporte era uno de los ejes decisivos de la ideología nazi. Tanto es así que en 1936, cuando Noruega derrotó a Alemania en las Olimpiadas de Berlín, Goebbels escribió en su diario: “100.000 personas abandonaron el estadio deprimidas. Ganar un partido puede ser más importante que conquistar algún pueblo en el este”.
Justo antes del encuentro, el 28 de julio, Stalin promulgó la Orden 227, que se resumía en cuatro palabras: “Ni un paso atrás”. La tensión por tanto aumentaba en Kiev cuando el Start enfrentó a un equipo alemán y encima lo derroto.
La orden de matar a todos los jugadores rápidamente llegó desde Berlín. Pero los oficiales sabían que sólo matarlos no tendría ningún efecto. Peor aún, podrían crear mártires innecesarios, además de dejar la imagen en la población de jugadores ganadores que lucharon contra el nazismo. Decidieron organizar una revancha el mismo 9 de agosto. Ser derrotado no entraba dentro de los planes de Hitler. Un partido de fútbol, una guerra a pequeña escala.
El segundo partido se celebró esta vez en condiciones, más aun si cabe, adversas para los del Start. El árbitro era miembro y oficial de las SS y el equipo alemán recibió refuerzos. No debemos olvidar, además, que los miembros del Start eran presos y no estaban en las mejores condiciones alimentarias ni de salud.
Antes del partido, el árbitro visitó a los ucranianos y pidió que al salir a la cancha hicieran el saludo nazi. Sobrevino una polémica que dio lugar a una discrepancia. Así fue como, cuando el Flakelf gritó “Heil Hitler!”, de forma espontánea, los jugadores del equipo del panadero exclamaron: “FizcultHura!” (“¡Viva el deporte!”, lema de los equipos soviéticos). 

Como era de prever, el árbitro toleró el juego rudo de los alemanes haciendo caso omiso a las faltas del equipo Flakelf. Aun así, la calidad era la calidad, y el primer tiempo terminó 3-1 a favor del Start. Durante el descanso, un oficial les advirtió de las consecuencias de ganar. Esta vez la unanimidad en el vestuario fue instantánea
La segunda mitad continuó con la misma dinámica. Con un marcador de 5-3 fue cuando aconteció la “gran” jugada del “partido de la muerte“. Y no, no fue un gol.

Klimenko, que actuaba de defensa, cogió la pelota y regateó uno tras otro a los jugadores del equipo alemán, hasta la portería, y solo frente a ella sin portero, se giró y de forma desafiante tiró el balón a la grada, donde estaban los altos mandos alemanes viendo el partido. Humillante insulto. Dignidad. Esto provocó que el árbitro pitara el final antes de los 90 minutos reglamentarios.
¿Les suena la historia? Sí, Evasión o Victoria.
Esa segunda derrota fue demasiado para los alemanes, tan llenos de ansia ganadora, que prepararon la venganza en frío. Una semana después, el 16 de agosto, el Start volvió a ser obligado a jugar, de nuevo ante el Rukh, finalizando con victoria por 8-0 para los protagonistas de esta historia.
Tras la conclusión partido, la Gestapo arrestó a varios jugadores del Start, supuestamente por pertenecer a la NKVD, el órgano represor de Stalin, y al Partido Comunista. Bien es cierto que uno de ellos, Mikola Korotkykh, ya había sido detenido antes del partido inicial del 6 de agosto y murió unas semanas después, tras ser torturado.
A falta de pruebas contra los otros jugadores detenidos, fueron enviados al campo de trabajo de Sirets, a las afueras de Kiev, donde fueron separados en diferentes grupos y donde los tres jugadores del Dinamo fueron asignados al equipo encargado de transportar la leña. Sobrevivieron seis meses más y cayeron, probablemente, víctimas de la tensión en el campo de batalla. Klymenko, el portero Trusevich e Ivan Kuzmenko fueron ejecutados en febrero de 1943.

Una historia que aún está presente. A día de hoy, siete décadas después, los poseedores de boletos para el partido del 9 de agosto de 1942 siguen teniendo libre acceso a los partidos del Dinamo. Y en la entrada del Start Stadium, una escultura recuerda a los futbolistas que eligieron ganar antes que vivir. “De la rosa sólo nos queda el nombre”, se puede leer en su epitafio.  Incluso los jugadores del Dinamo, cuando se casan, depositan flores ante el monumento en honor a la memoria de los jugadores muertos.
Por ellos. Por los hombres valientes.