viernes, 18 de diciembre de 2015

"La matanza de San Valentín"

"He peleado tantas veces con Sugar Ray, que no sé como no tengo diabetes". Jake LaMotta

Situemos la Historia en el Estados Unidos pos Segunda Guerra Mundial. Concretamente nos vamos a ir Chicago, al 14 de febrero de 1951, día que se conocería en el futuro como el día de  "La matanza de San Valentín". Tercera defensa del título de la categoría media de Jake LaMotta. Sexta vez que se enfrentaban el Toro Salvaje del Bronx de Nueva York y Sugar Ray Robinson, el bailarín de Georgia. La casta del boxeador aupado en sus inicios por la Mafia contra la clase del estudiante frustrado de medicina que sería el futuro espejo de Alí. 

Sugar Ray, campeón de los Welter, había subido de peso para enfrentarse a su adversario, el único que le había podido ganar en sus 123 combates anteriores, y quitarle la corona del peso medio. 

LaMotta era el campeón, y Robinson, el mejor boxeador de la Histora. 

En el pesaje previo al combate, Robinson, tras enseñar sus músculos en el típico show previo, se bebió de un trago un vaso de sangre de toro. ¿Quién dijo miedo?  La pelea fue programa a 15 asaltos, pero ninguno de los dos quería llegar al decimoquinto round. El KO o la derrota.

Noche cerrada en Chicago. Ambos púgiles, con sus preparadores, en la luz chispeante de los vestuarios del Chicago Stadium con los músculos relajados, la mirada tensa y concentrada. A matar o a morir. Era la guerra. Calzón blanco para el negro y calzón negro para el blanco.


Los ojos de Robinson estaban inyectados en sangre. Era un boxeador ambicioso, imparable en el mano a mano, rápido, estilista, vistoso, un espectáculo para los aficionados. Los ojos de LaMotta bebían odio, ese odio que sentía en su interior y que brotaba a través de su famosa izquierda contra las narices de sus oponentes.

La batalla comenzó con 9 asaltos de trámite, si es que un asalto de boxeo puede considerarse un trámite para esos dos héroes que se reparten puñetazos como dos descosidos. Robinson mantenía las distancias con su jab ante el modo fajador de boxear del de Nueva York.  Pero llegó el décimo asalto, donde comenzó la épica. 4 asaltos históricos. 

LaMotta, cansado de esperar la oportunidad para intentar combatir al contraataque, decidió ir al frente con la bayoneta calada. Se metió debajo del cuerpo de Robinson hasta hacer que el campeón besara el suelo. ¿Se iba a dar por vencido el campeón de campeones? En absoluto. Robinson no era un boxeador cualquiera, era el mejor boxeador de la Historia. Los dos púgiles a sus esquinas. El round había concluido. La guerra continuaba.

Robinson salió al ataque desde su esquina cuando sonó el gong que daba inicio al undécimo asalto y se cebó  en el rostro de LaMotta, que comenzó a teñirse de un rojo cobrizo. El gong fue como el toque a rebato de la carga de la Guardia Imperial napoléonica en Austerlitz para contrarrestar el ataque ruso . A la bayoneta calada del neoyorquino respondió el de Georgia también con su bayoneta calada. La paliza fue brutal para Jake. Sin embargo, LaMotta tuvo el combate en sus manos cuando Ray quedó encerrado a su merced en la esquina del ring. No aprovechó la ocasión y sufriría las consecuencias. El que no mata, muere. Robinson comenzó a martillear la cara del boxeador del Bronx. Las mujeres en sus asientos se tapaban la  vista para no ver la paliza que estaba recibiendo el Toro Salvaje. Pero LaMotta era un Hombre. Aguantó en pie los tres minutos del undécimo asalto y en pie se puso para disputar el duodécimo round. La duodécima carga. Morir antes que rendirse.

Robinson siguió castigando la cara del de Nueva York hasta dejarlo desfigurado. LaMotta era un muñeco acostado en las cuerdas recibiendo puñetazos de todo tipo y color. Pero era un Hombre. Lejos de caer, incitaba a Robinson para que siguiera pegándole. "Vamos, Ray, ven aquí, veamos si eres capaz de derribarme, vamos". 3 minutos recibiendo una de las mayores palizas que se recuerdan en la Historia del Boxeo. 

Jake parecía decidido a mantenerse de pie, aunque le costase la vida. A los dos minutos del decimotercer asalto ese parecía ser el único final posible. Una auténtica carnicería que acabó cuando el árbitro paró el combate. Robinson ganó la pelea por nocaut.  

El entrenador y los asistentes del ya ex-campeón le rodearon, pero Jake era un Hombre con un orgullo más grande que su casta. Con un bamboleo propio de un moribundo se acercó hasta el campeón para gritarle "Oye, Ray. ¡No me has derribado! ¡Jamás me vas a derribar!".

El vencedor del combate fue Robinson, pero ambos sabían que habían ofrecido un espectáculo histórico. Tras el combate, Ray alabó a su oponente: "No ha perdido Jake. Este hombre es un gladiador. Yo he ganado, pero él no ha perdido". 

Sugar Ray Robinson apenas podía subir el brazo para celebrar su victoria, a Jake LaMotta le tuvieron encerrado en su vestuario durante hora y media, recibiendo oxígeno y sin permitir que nadie pudiera entrar.

Fue el último combate entre ellos. Jamás volverían a enfrentarse y LaMotta jamás se recuperó mentalmente de la batalla
 campal que se vivió aquella noche del 12 de febrero de 1951 en Chicago. La noche de "La matanza de San Valentín".








lunes, 26 de octubre de 2015

Loa a la diversidad del Toreo, de Gerardo Diego

  


Juntemos esta vez Historia, Literatura y Toros.

Le toca el turno a Gerardo Diego, poeta santanderino de la Generación del 27, premio Cervantes en el año 1979.




Cuando hablamos de poetas que han loado a la Fiesta prácticamente nos reducimos a Lorca, a Lorca y también a Lorca. ¿Por qué ignoramos a otros, entre los que se incluye a Gerardo Diego? Pues, en mi opinión, las razones son políticas. Que apoyara a la sublevación del 18 de julio de 1936 no le ha beneficiado. Y nosotros, aficionados a la Literatura, a la Historia y a los Toros nos hemos perdido históricamente una producción literaria riquísima en materia taurómaca.


Es en una antología editada por la Editorial Pretextos en el año 1996 bajo el título "Poesías y Prosas Taurinas" donde nos encontramos toda la producción taurina del poeta. Imprescindible en cualquier biblioteca. Y no necesariamente se debe ser aficionado al Toro para leer literatura taurina(o poesía como en este caso), simplemente tener unas inquietudes culturales más allá de Telecinco. Obviar la importancia del Toro en las producciones artísticas de los mayores genios españoles es obviar parte de la Historia de España y de sus raíces tanto sociales como culturales.
Pero no nos vayamos del tema, que este post no es una defensa como tal de la Fiesta, aunque en el fondo subyazca este tema. Es un post para defender la Diversidad en la fiestas de los Toros, en lo que creo firmemente como camino y fin para la emoción que deberíamos encontrar en las plazas de toros.



Nosotros vamos a ir, pues, un paso más allá en nuestro análisis. Y vamos a ir un paso más allá uniendo los versos del poeta santanderino con esta defensa que ya he citado: la diversidad en los Toros, presente en su Loa a la diversidad del Toreo dentro de su obra La suerte o la muerte, de 1963. Como podrán observar a lo largo del poema, el autor es un aficionado con conocimiento de causa. No es el típico poeta o intelectual seducido por tal o por cual torero. Es un autor que sabe de la Historia de la Fiesta, que indaga y que conoce al animal, imprescindible para ser aficionado a este ritual que hunde sus raíces en la profundidad de nuestro ser mediterráneo.

Y, como en posts anteriores, démosle la palabra y que él escriba por nosotros:



Loa a la diversidad del Toreo



Canto la diversidad,
que es la sirena del mundo.
Diversidad es verdad
y yo en la verdad me fundo.

Canto el nervio y el trapío,
 la cuna ancha y la veleta,
la codicia, el poderío
y la fiereza indiscreta.

Canto las capas, los pelos,
los colores y caprichos,
 las herencias y los celos y
remiendos de los bichos.

Los sardos, los chorreados,
castaños y jaboneros,
los berrendos, salpicados,
jirones y botineros.

El cárdeno que reviste
dudosa sobrepelliz
y el colorado que embiste,
rojo el cerco de perdiz.

Y el blanco de tan buen juego
 que nadó y guardó la ropa
cuando —navío de fuego—
llevaba en el lomo a Europa.

Canto el toreo campestre
 y la égloga en la ladera,
la dehesa, y el ecuestre
derribo por la ribera.

El herradero que huele
a cuero quemado al rojo,
 la tienta que tienta y duele
 y el retozar del añojo.

Canto el cortijo en invierno
 las largas noches heladas
y el sol primerizo y tierno
 con las frescas galopadas.

Canto el ganado en el cerro
y el albur del apartado,
la procesión del encierro
 y el traidor encajonado.

Canto la lidia completa
con sus tres tercios cumplidos,
la diana y la retreta,
la feria y sus alaridos.

Salgan toros y más toros,
naipes varios y diversos,
bastos, espadas y oros.
Pinten toros, jueguen versos.

El corretón, el abanto,
el tardo, el quedado, el pronto,
el pastueño como un santo,
el veragüeño hecho un tonto.

Salga el toro que puntea
 y el que mosquea y escarba
 y el que duda y gazapea
 y el que busca oro en la parva.

El que en las tablas remata,
el huido, el polvorilla, 
el que rompe y desbarata 
y hace andar de coronilla.

Quiero exaltar la pelea
 del duro como una roca 
que al caballo romanea 
y no quiere abrir la boca.

Gloria a aquel que se encampana 
y al de tan nervioso celo 
que la vuelta de campana 
da, los cuernos en el suelo.

Hasta el manso de carreta 
me gusta ver en la plaza 
cuando el que peina coleta 
es un maestro de raza.

Y —oh palabra— al burriciego
 —bizco, cegato o miope—
al que hay que gritarle en griego
 para que embista o que tope.

Y al cuellilargo miura 
que convida al harakiri 
y al chico, de raza pura, 
bravísimo carriquiri.

Canto las suertes arcaicas
 del abolengo navarro, 
las majezas pirenaicas,
 la capea desde el carro.

La estatua de Don Tancredo 
que el ciclón no bambolea, 
rey del denuedo y del miedo 
cuando el zorro le olfatea.

El golpe a topacarnero 
en que el valor se derrocha 
y —alas para qué os quiero—
el salto de la garrocha.

La cadena haciendo eses 
en la pega de forcados, 
los rejones portugueses 
en huracán galopados.

Los recortes de salida, 
capote al brazo —ay, Reverte—
y el farol, flor ofrecida 
al hachazo de la muerte.

Las del peón de confianza
 contra el toro buscapiés
 largas templando pujanza 
hasta colocarlo al bies,

y las otras del espada
sacando el quite a una mano 
y dejando perfumada
 la larga azul del habano.

El quiebro, pies en montera, 
clavando un par de las cortas, 
burlas, giros de cadera 
y otro par como unas tortas.

Y los desplantes felices
 de arrebato y de salero.
 (Muchacho, no flamenquices 
si no naciste torero.)

Me gusta toda la fiesta 
y hasta el torpe descabello, 
cuando la testuz molesta 
de enhiesta y arruga el cuello


La fiesta es larga y se anilla 
como una serpiente boa. 
Diversidad, maravilla
 que se anilla y desanilla: 
para ti canté esta loa.


Palabra de poeta. Palabra de aficionado.

domingo, 18 de octubre de 2015

CRÓNICA ZARAGOZA. 7ª DE LA FERIA DEL PILAR

Talavante torea en medio de la 'golfada'



Al grito de libertad iniciado por el Tendido Joven se rompió el paseíllo en la última corrida a 
pie del ciclo. Un mano a mano interesante con dos toreros que tienen, admitido por ellos mismos, 
a José Tomás como referente. Al final de la tarde una cosa quedó clara: Talavante no es José Tomás 
y no necesita serlo para ser el torero que mejor torea de todo el escalafón. López Simón no se 
le parece ni en el forro del capote, por no decir de otra cosa. El problema viene cuando un mano 
a mano con esta expectación viene acompañado de los golfos de turno. En primer lugar, los ganaderos 
por mandar semejante bazofia a una plaza de toros. Ninguno, a excepción del mastodóntico quinto,
 tenía el cuajo suficiente para Zaragoza. Además, todos ellos tenían los pitones con sospechosos 
síntomas de afeitado. ¿Ganaderos? Unos chuflas. Los toreros, culpables también por elegir
 estas ganaderías descastadas, mansas, bobas y prestarse a un espectáculo indigno de la figura que
 ellos representan. La empresa, culpable también por comprar esa basura y doblegarse a las 
exigencias de unas figuras niñatas que intentan dominar el cotarro. Y por último, la autoridad. 
Pero de esto hablaré más adelante.
El primero bis fue una vaca lechera a la que le faltó el cencerro. Alejandro Talavante se 
puso para no sacar absolutamente nada de un pozo más que vacío. El tercero bis fue un novillo 
hace dos semanas escasas. Su carita lavada no admitía dudas. Indigno. Y encima descastado y flojo 
de remos. El torero, llevando la contraria a lo que suele hacer, alargó para volver a sacar nada de 
otro pozo que estaba igual de seco que el anterior. Llegó el quinto. Un buey de 622 kg. que cumplió 
en varas. Juan José Trujillo de nuevo, como el pasado domingo, pareó con verdad, destacando
 especialmente un segundo par asomándose al balcón y gritando a los cuatro vientos que nadie 
le supera como peón. Plata de primera, primerísima ley. La faena comenzó vibrante con una arrucina 
y una serie templada de derechazos. Los cambios de mano ligados con los de pecho fueron eternos, 
torerísimos. La mano izquierda de Talavante es insuperable, y por allí alcanzó las mejores cotas 
artísticas de la feria. Encajado, templado y erguido. Parar, templar y mandar, como bien
 recordó un gran aficionado que nos visitó esta tarde. Se tiró a matar por derecho, saliendo 
rebotado sin consecuencias. La espada quedó trasera y tendida y hubo de utilizar el descabello. Se le
 pidieron con fuerza las dos orejas, yo entre ellos,  pero el presidente sólo concedió una. Y aquí 
quería llegar. Doblegado a ciertas fuerzas oscuras, todo el equipo presidencial hubo de aprobar
 una corrida asquerosa de presentación. Por la tarde, única y exclusivamente se ciñó a un criterio que 
ha mantenido durante toda la feria en base al reglamento. Don Francisco Bentué, un hombre con
 agallas que soportó una bronca como hacía años que no veía en mi plaza.
López Simón hizo las tres faenas exactamente iguales ante tres toros que tuvieron un comportamiento 
exactamente igual. Bobos, mansos y descastados. El de Barajas tiene valor, ligazón y quietud, 
pero poca profundidad y nulo temple. Además de tener la mano izquierda únicamente para agarrarse 
al subir al autobús. Con la muleta retrasada y carencias técnicas. Pero tiene mucho valor y eso enloquece
 al público cuando recurre al arrimón. Ahora bien, creo que el aficionado exige algo más. Exige algo 
que es torear antes del arrimón. Y López Simón, que tiene mucho valor, no lo hace. El valor que 
tiene es valor para estarse quieto y no para torear, que es el verdadero valor. Con la espada, 
además, se tiró descaradamente a los bajos en dos ocasiones. 

sábado, 17 de octubre de 2015

CRÓNICA ZARAGOZA. 6ª DE LA FERIA DEL PILAR

Rafael Rubio Luján, matador de toros



Encierro de albaserradas, encierro que a priori interesa al aficionado. Después lo que sale por toriles 

hace que se confirme el interés despertado o no. La corrida fue mala, mansa en su comportamiento
 en el caballo y descastada en líneas generales. De lámina tampoco fue bonita. Pero fue interesante, 
repito que no buena para el aficionado, que al final es el que sustenta la Fiesta. Rafaelillo estuvo
 hecho un titán con su segundo toro. Torres dejó los mejores naturales de la tarde y de 
Paulita destacar su empaque. Toreros de la tierra, toreros queridos en esta plaza. 
Por cierto, lo más bonito de la tarde, el pasodoble Sierra de Luna cantado de fondo por toda la plaza. 
Ya saben: el Ebro guarda silencio al pasar por el Pilar.

El primero de la tarde fue una borrica mansa. Tolón, tolón. Se colaba por el izquierdo, 
Rafaelillo lo hizo peor. Mal colocado, acabó por los aires y con una costilla rota. 
Con la derecha embebió la tontorrona embestida del animal con torería y verticalidad, 
como es el toreo. El animal tuvo un peligro sordo y el murciano, experto en 
estas lides, estuvo lidiador, poderoso. Madroño hizo cuarto. Tres varas sin emplearse, 
dos de ellas en la misma yema recetadas por Esquivel. Con una lidia que no fue 
la mejor y cortando en banderillas, comenzó Rafaelillo macheteándolo, sacándoselo al 
tercio con la muleta a ras de suelo. Tras intentar el toreo fundamental, de nuevo se metió
 doblándose al costillar del animal. Lidia antigua, sobre las piernas. El toro cazaba moscas 
y acabó con Rafael de nuevo por los aires en una voltereta aún más fea que la anterior. 
Sin chaquetilla y sin chaleco se fue a la guerra. Y allí nadie le supera. Media estocada 
arriba le valió una oreja sudada, de oro. Este año sí: Rafael Rubio Luján, Matador de Toros.
Ricardo Torres dejó lo más artístico de la tarde al natural en su primer toro, que anteriormente 
fue banderilleado de abajo arriba y exponiendo por Marco Leal, que dejó el par de la feria. 
El torero que nos enseñó a Lagarto de Cebada en Arles se va a hacer un pedazo de banderillero. 
El animal exigía llevarlo tapado, con temple, y Ricardo lo hizo. Naturales templados en los 
medios que hicieron que el público le jaleara. Quizá le faltó apretar al final de faena, pero con 
tan pocas corridas cada año es fácil decirlo y muy difícil hacerlo. El punto negro fue la espada,
 que viajó a los blandos. El quinto fue otra prenda en banderillas, quedándose en el capote de Leal, 
aunque galopaba cuando lo citaban con los garapullos. Ya en el recibo quedaba en los tobillos 
del matador, cosa que no es rara en este encaste. Y rompió en la muleta a embestir 
sin clase y sin entrega. Profesional ante un toro que tampoco dijo mucho y esta vez sí, con una espada certera.
Paulita se jugaba mucho tras una temporada de altibajos. Salió arreando con el capote en 
su primer toro, tercero de la tarde. Una primera vara romaneando hizo parecer que el toro
 podía ser bravo. Pero no. El toro era brusco, encastadito, con emoción. Exigía un inicio 
por bajo y Paulita no terminó de poderle. Comenzó a colarse por los dos pitones y 
entonces el torero sí lo macheteó de verdad. En el toro de la jota se vivió uno de los 
momentos más emocionantes de la feria. Durante la faena de Paulita, de fondo 
se escuchó Sierra de Luna, uno de los himnos oficiosos de mi tierra. Precioso. El Ebro guarda
 silencio... Y pareció motivarle al de Alagón, al que en esta plaza se le quiere porque tiene 
un buen corte de torero. Faena desarrollada en el tercio. Con la izquierda lo llevó componiendo 
la figura. Atacó al animal y el animal respondió brusco, pero respondió al fin y al cabo.
 Cuando se sintió podido se tambaleó de enfermo. Parecía que se iba a echar. Y ahí acabó la faena. 
Una espada trasera y algo tendida fue acompañada con el verduguillo.
Y así acabó la tarde. Por la noche, lleno absoluto en roscaderos. 
Zaragoza, única plaza capaz de llenarse cuatro veces en un día. Como para desprestigiar a los 
festejos populares.

Crónica publicada en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/rafael-rubio-lujan-matador-toros-2349

viernes, 16 de octubre de 2015

Los Roscaderos: la tienta de la bravura en la ribera del Ebro

Juntemos esta vez Historia y Toros. Nos vamos a los conocidos como Festejos Populares.

Nos vamos a mi tierra, la ribera del Ebro. Y nos vamos a una forma de tienta aún vigente en la actualidad aunque con otros fines más lúdicos: los roscaderos, conocida también como "cestos" o "canastos", nombres que también recibe el propio roscadero. De hecho, en gran parte de pueblos ribereños es más común el nombre de cesto. 


No conocemos con seguridad cual es el origen de esta suerte. Sí que se conoce como una tienta típica en la ribera del Ebro, así que me aventuro a asegurar que es coetánea a la ganadería de bravo en esta zona. 




"Semanario Pintoresco Español" en 1.840.

El roscadero propiamente dicho es un cesto de mimbre muy parecido a los utilizados en la vendimia al que se le coloca alrededor de la boca un suplemento del mismo material, de unos 25 centímetros, formando de esta manera la campana del roscadero. En el centro o cuerpo del roscadero se colocan una o dos estacas transversales, normalmente de madera de olmo debido a su gran resistencia, las cuales sirven para que la cuadrilla agarre el roscadero y como tope a las entradas de la vaca. A los extremos de estas estacas se les conoce como púas o pugas. Para proteger las manos de los mozos se suele adherir al mimbre del cesto unas planchas de plástico para impedir que, cuando el pitón atraviesa el mimbre, hiera a los roscaderistas.


                                       
                                                                                  Foto extraída de: www.festejospopulares.net




La cuadrilla de roscadero la componen cuatro personas. La forma de agarrar el roscadero es similar para todas las cuadrillas. Un mozo agarra la primera púa y se encarama el roscadero en su cuerpo. Dos más agarran desde los lados esta púa delantera. La cuadrilla se completa con un cuarto componente que se sitúa detrás de todos ellos y se agarra al roscadero gracias a la segunda traviesa. A éste último le agarran a su vez los otros tres roscaderistas. 





Cuadrilla de Rivas. Pilares 2004. Foto de: http://www.juanb.com/roscaderos%20pag/roscaderos16.html



La técnica del roscadero es complicada de explicar, y más aún realizarla. Partamos de la manera de colocarse en la plaza en los concursos. Con dos círculos concéntricos pintados en la arena, la cuadrilla se sitúa en los medios. La vaca debe entrar al roscadero y la cuadrilla debe evitar salir del círculo pintado en el que están metidos. Para citar al animal, los cuatro componentes avanzan al unísono, citando a la vaca moviendo el roscadero y llamándola con la voz. Cuando se produce el encuentro entre la vaca y el roscadero la cuadrilla ha de procurar que el cesto esté situado lo más abajo posible, para poder al animal por bajo, como si de un picador se tratase. 


En los últimos años se ha añadido la figura del recortador en los concursos, que ayuda a la vaca a entrar y salir del roscadero.


Que es una suerte popular, en el sentido más estricto, no cabe duda. Es una suerte taurómaca del pueblo y para el pueblo. El escritor Javier Omeñaca, natural de Villafranca de Ebro, lo plasma así en su libro La guerra que no fue :


"A parte de estos viajes semanales a Zaragoza y a su afán intelectual, Remigio era un mozo más en el pueblo. Trabajaba de sol a sol en los campos de la familia, echaba el guiñote en el bar cuando podía y tomaba el vermú. Para fiestas como todos, pese a sus lecturas gassetianas, se calentaba, cantaba jotas y, por supuesto, sacaba el roscadero: en Villafranca de Ebro las fiestas sin vacas no eran fiestas, las vacas sin roscaderos no eran vacas y los mozos sin roscadero no eran mozos".










Para conocer más sobre los roscaderos, dejo un interesante documental titulado Los roscaderos de Aragón, "la suerte del canasto". https://www.youtube.com/watch?v=7t-iHJqX4-U




CRÓNICA ZARAGOZA. 5ª DE LA FERIA DEL PILAR

Juan del Álamo se lleva el lote



Ricardo Gallardo envió el año pasado un corridón de toros a Zaragoza. Este año la afición 
veía esta corrida como el cartel que podría resultar la sorpresa del ciclo. Juan del Álamo, 
con dos apéndices, ha sido el triunfador de la  tarde pese a tener un lote para más. 
Para mucho más. Especialmente con el tercer toro de la tarde, Vivero de nombre, 
número 130 y de 507 kg. de peso.

El primer toro fue ovacionado de salida. Enmorrillado, fuerte. Un tío con toda la barba pero
vacío por dentro. Manso, descastado y con la cabeza mirando de cerca el reloj de la plaza. 
Manuel Escribano estuvo con él con oficio, incluso logró que el animal tuviese dos tandas 
por el lado derecho. Un espejismo. Alargó demasiado la faena, lo que le pasó factura al 
intentar cuadrar al animal, que fue pasaportado con un golpe de verduguillo. El cuarto fue 
incluso peor. Sin picar, literalmente. No sangró ni para un análisis. Lo mejor de la lidia 
de este animal fue la media a pies juntos de Fandiño en el quite tras la segunda “vara”. 
Honesto Escribano, se fue a porta gayola, recibió con un capote variado, galleó por chicuelinas 
para colocarlo ante el picador y puso banderillas. Cuatro pares nada menos. Y nadie le había 
pedido el cuarto, que para colmo fue un tanto esperpéntico. Cerrado el animal en el 
burladero de matadores, intentó poner el par de la mariposa. El toro dijo que nanai de la china. 
Total, que cuatro chocazos con el burladero después, el torero decidió que quizá 
había que buscar otra cosa. Al final resolvió con un par al quiebro. Del mal, el menos. 
Y en la muleta, pues la nada más absoluta.

Iván Fandiño se va a acordar toda su vida del 29 de marzo de 2015 y del toro Cumplidor
de José Escolar. Desde entonces, el torero está de capa caída. Y en su caída, Zaragoza
ha sido otro pequeño descenso. Digo pequeño porque el quinto de la tarde ha sido un
auténtico cabrón. Listo, enterado, metiéndose por los dos pitones. Un animal descarado de
cuerna que no fue bien picado y que lo acusó en su lidia. Fandiño empezó con él como si
fuese un animal más. Y no. El toro se le coló y a punto estuvo de mandarle con los amigos
 del Tendido Joven que están sentados en la andanada de la plaza. Exigía poder y una
lidia sobre las piernas primero para ahormar la embestida. Pues ni uno ni lo otro. Se quiso
poner a torear antes que a poder y pasó un mal trago como aquel día de marzo. Valiente, sí.
Con actitud, sí. Pero sin técnica, sin poder y sin proponer soluciones. El segundo toro, o novillo
por las hechuras, ha sido una auténtica borrica que acabó por echarse. Ni para carne de
hamburguesas. El torero sólo podía matarlo por arriba y nos regaló una estocada saliéndose de la suerte.
Juan del Álamo se ha llevado el lote. Que le ponga un monumento al que le saca la bolita
al medio día porque tiene una mina en ese hombre. Su primer toro, Vivero, era un toro encastado
de verdad y que creció en la segunda vara. Con el torero en el mismo centro del ruedo y
la muleta por delante se arrancó el fuenteymbro con toda la fuerza de sus riñones. Emocionante arrancada.
El toro pedía distancia, mano baja y la muleta muy adelantada para poder embarcar sus embestidas.
 Del Álamo puso firmeza y sacó una faena vibrante ante un toro que debió ser lucido.
No era un toro sencillo, pero es que la casta tiene estas cosas. Lo mejor de la actuación
del de Ciudad Rodrigo fueron sus dos estocadas tirándose más recto que una vela. Un toro
de dos orejas que se fue con una al desolladero. Fue ovacionado en el arrastre. Si el tercero
había sido encastado, el sexto era la clase. Bien picado por Óscar Bernal y bien lidiado
por la cuadrilla. Poco mando, poco temple y lineal estuvo el salmantino en el toro de la jota,
aunque mejoró de mitad de faena en adelante. Otro toro que tenía más dentro y que el torero
no terminó de sacar. La pega que le pongo al coleta en este toro es que tendría que haber
puesto la chispa que le faltaba al animal para que llegara a un público que, sorprendentemente,
mejoró las expectativas que se tenían sobre la entrada que iba a haber en la plaza.

Crónica publicada en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/juan-del-alamo-se-lleva-lote-2347 

jueves, 15 de octubre de 2015

CRÓNICA ZARAGOZA. 4ª DE LA FERIA DEL PILAR

Lo que pudo ser y no fue



12 de la mañana. Lleno absoluto en el apartado y enchiqueramiento de la novillada. 
Expectación máxima. Aficionados de diversas ciudades españolas y francesas se dan cita a
 las cinco y media de la tarde en el Coso de Pignatelli. Al final de la corrida, el sabor es 
agridulce. Agridulce porque los novilleros no han estado a la altura del encierro. Agridulce 
porque no ha habido ningún novillo completo. Agridulce porque el presidente se ha sacado 
de la manga una vuelta al ruedo al cuarto novillo cuando nadie la pidió.
Abrió la tarde un cárdeno justo de fuerzas, con la casta justa aunque se fue viniendo arriba.
Una lidia con muchos capotazos que tampoco ayudó al animal, que quedó gazapón de los
encuentros con el picador. Y Ginés Marín estuvo mal con él. Destemplado, mal colocado y
 empeñado en vaciar los muletazos por arriba. Entre enganchón y enganchón pasó la faena
muletera. El animal, que no se comía a nadie, se merecía algo mejor. Con una estocada
desprendida pasaportó al de Luesia.
Quejoso, número 42. Matón, número 42. Parece que da buen bajío al ganadero aragonés.
Este Matón hizo cuarto. Ginés Marín lo colocó al caballo largo. Se arrancó alegre en la segunda vara,
se repuchó al sentir el hierro y volvió a embestir al caballo cuando le quitaron la puya.
Agustín Navarro fue ovacionado por torear a caballo para picar. ¡Aleluya! ¡Una suerte de varas!
 Las chicuelinas de Varea fueron replicadas por las verónicas del extremeño. Competencia.
¡Aleluya! Javier Ambel se desmonteró en banderillas después de andarle al toro muy torero.
¡Aleluya! Había toro para torear. Para torear, repito. De hinojos y en la boca de riego comenzó
Marín su faena rematando, de nuevo, los muletazos por arriba. ¿Y si en vez de ese inicio
se hubiese puesto a torear? El animal era para torearlo a gusto, de lío muy gordo. Pedía que lo
llevaran templado, despacio. Y Ginés ni estuvo templado, ni lo toreó despacio. Viendo que se
le estaba yendo recurrió al arrimón. Sí, se puso los pitones en el pecho, pero era para torear.
Y a él se le puede exigir torear, porque sabe. El arrimón, torero, para los que no saben hacer otra cosa.
Se tiró recto a matar, pero la espada no cayó arriba. Una oreja con petición de segunda.
Bien el presidente al no concederla. Y mal, muy mal concediendo una vuelta al ruedo que nadie pidió.
Saltacalcelas, segundo de la tarde, era una pintura. Santa Coloma puro. Con la mirada viva.
Varea lo recibió con más ganas que temple en un capote que maneja fácilmente. Manso en
varas y noble en la muleta, con un punto de casta que hizo que el animal rompiera a embestir.
Y el castellonense, copiando al prestador de su traje. Manzanares 2.0. Despegado, fuera de
cacho y descargando continuamente la suerte. ¿Lo mejor del de Almazora? Su temple. Los trincherazos,
 los pases de pecho y el final de faena fueron toreros. Encajados. Mató con habilidad y cortó
una oreja con petición de la segunda. Dos pancartas de peñas que siguen al torero pueden explicar esta petición.
Quinto y sexto bajaron la presentación y el juego. Más bastos que sus hermanos de camada,
embistieron como lo que fueron, bastos. El quinto, un toro que traerá muchas discusiones,
 no era bravo. Con una primera vara bien tomada, empujando de verdad. ¿Bravo o hacia los adentros?
 Me inclino por la segunda. Otra vara arrancándose alegre, pero repuchándose. ¿Por qué nos
privan de la tercera, cuando podía perfectamente aguantarla el animal? A todo esto, de nuevo
protagonista un monosabio. Ya está bien de héroes anónimos. Si el toro le gana la pelea al caballo,
que nadie se lo impida. Ya está bien. Y otro apunte: la cuadra de caballos de Zaragoza es lo más
parecido a un bloque de hormigón que he visto. Varea estuvo de nuevo manzanarista, si se
me permite la expresión. Tras brindar al ganadero, nos brindó una nueva lección de toreo ventajista.
Para colmo, un sainete con la espada.
El tercero de la tarde, a mi juicio, ha sido el toro más importante de la corrida pese a no hacer
una pelea completa en varas. Encastado y con mucho que torear. Leo Valadez es un torero valiente,
pero está más verde que las borrajas que tanto abundan en Aragón. Además, tiene ciertos vicios
 propios de toreros que ocupan los puestos altos del escalafón. Sin mando y sin sitio, con la muleta
 casi oblicua. Si encima le añadimos que los terrenos donde ha desarrollado la faena no eran los idóneos,
tenemos la ecuación completa. Eso, para la tonta del bote, puede valer. Pero, ¡ay, amigo!,
cuando aparece un animal que pide que le torees. Valadez pasó miedo en el sexto, al igual que
los que estábamos en el frío tendido. Aurelio Cruz no lo picó, lo hizo carne picada. Tragantón
 en banderillas, donde el animal cortaba una barbaridad. Por el pitón izquierdo el astado se desplazaba.
Exigía una mano más firme para poder saber si era casta o genio. Así que nos quedamos así, sin saberlo
.

martes, 13 de octubre de 2015

CRÓNICA ZARAGOZA. 2ª DE LA FERIA DEL PILAR


La emoción de la casta en el Día del Pilar



El segundo festejo del ciclo aragonés, que en un principio pudo echar para atrás al aficionado, 
al final resultó interesante. Un “mano a pata” sin competencia, sin interés y con precedentes que 
no invitaban al optimismo. Sin embargo, un toro de Daniel Ruiz, bravo, encastado y con un pitón 
izquierdo para soñar, galardonado con la vuelta al ruedo, y un manso “de público” de la factoría
 Lozano han hecho triunfar a El Juli.
Abrió corrida un berrendo en negro para rejones. Mutilado en sus defensas hasta el extremo.
Vomitivo. De acuerdo en que quiten las puntas a los animales destinados a rejones (aunque no sea
de mi agrado), pero este animal era casi mogón. Ventura estuvo aseado con él. Ni fu ni fa.
648 kg. pesó el de Carmen Lorenzo que hacía tercero. Un Murube que salió sin hacer ni caso a la
garrocha que ofrecía Diego Ventura, colocado a porta gayola. Una vez que recibió dos rejones de
 castigo en lo alto, el animal despertó y rompió a embestir. Embestía en Murube, como mandaba
su sangre. Y el jinete formó un lío con Nazarí. O mejor dicho, Nazarí formó un lío. El caballero
se dejó llegar el toro en exceso al caballo, que se doblaba en una expresión muy torera.
Siguió el alto nivel con Milagro. Dos pinchazos atrás y una estocada en los blandos pasaportó
al encastado toro del Capea que mereció mejor muerte. Y que me gustaría haberlo visto a pie…
Ventura desconectó en el quinto. Ni pudo, ni quiso poder con el animal. Prueba de ello es que
utilizó a tres caballos diferentes en banderillas para no dejar ninguna estimable. Mató de un rejón
fulminante y se ganó la oreja pedida por el respetable que venía a verle. Pues que le aproveche
con unas judías, porque es para lo único que tiene valor.
El de Garcigrande se escobilló los pitones nada más rozar el peto del picador. Las fundas y tal…
Lidiado por arriba para cuidarlo, el manso y descastado fue eso. Manso, descastado. Soso. El Juli
le intentó bajar la mano en la segunda tanda y el animal no lo aguantó. El torero estuvo periférico,
descargando la suerte, lineal en el mejor de los casos. Con un julipié infame en los bajos acabó con
un animal que nadie recordará.
El plato fuerte de la tarde llegó en el cuarto capítulo. Pescadero, número 66 de Daniel Ruiz. 545 kg
 de casta. Un tanto basto pero con dos puntas por delante que quitaban el hipo. La primera vara
que recibió el animal fue de bravo, con el animal empujando de verdad al peto. Hubiera descabalgado
 al piquero si un monosabio con afán de protagonismo eterno en esta plaza no se hubiese hecho
el héroe de la tarde. La segunda vara fue testimonial. ¿Tanto cuesta enseñar al animal en el caballo?
¿Por qué nos hurtan tarde tras tarde el primer tercio? A los medios se fue a brindar el de Velilla,
comenzando su faena en el tercio con firmeza y quietud con pases por alto. El animal pedía sitio,
y Juli no se lo dio. No lució al animal en ningún momento. Y los aficionados se lo hubiésemos
 agradecido, porque el danielruiz lo merecía. A cambio nos obsequió con unas primeras tandas
de toreo lineal, despegado, pero más erguido de lo que es habitual en el madrileño. Con la
izquierda estuvo poderoso y largo, destacando un natural soberbio y los pases de pecho. El toro
pedía los papeles, y El Juli se los enseñó. Una pelea de casta entre ambos. Tras el arrimón con
el que finalizó la faena, la espada viajó certera a la yema tras el julipié de rigor. El toro se
tragó la muerte, aguantándose de pie. Dos orejas para el coleta y vuelta al ruedo para el animal.
Quizá algo excesiva por la ausencia del segundo puyazo. Aún así, un toro de nota muy alta.
El sexto, de Alcurrucén, tenía una cara de plaza de segunda. Acucharado y brocho. Muy en Núñez,
sí; pero feo como él sólo. Manso en el caballo, rompió a embestir en la muleta con una clase
extraordinaria por el pitón izquierdo. El comienzo de faena fue clave. Dos doblones con la
rodilla en el suelo poderosos. Templado por ambos pitones, pero el cortijo estaba en el izquierdo.
Despacio, largo, hasta donde ponía el torero la muleta. Hasta ahí llegaba el de los Lozano.
Y El Juli no lo comprendió hasta el final de faena. Un julipié trasero y bajo le privó de
una segunda oreja que el respetable pidió. El presidente, bien, no la concedió y aguantó la bronca.
 Criterio y rigor. Lo dicho, bien
.

Crónica publicada en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/la-emocion-la-casta-en-dia-del-pilar-2338 

lunes, 12 de octubre de 2015

CRÓNICA ZARAGOZA. 1ª DE LA FERIA DEL PILAR 2015

Primera de feria en la plaza de toros de la Misericordia con lleno de no hay billetes  en los tendidos,
 y una corrida de Núñez del Cuvillo, que volvía tras el Petardo (con mayúscula) del año pasado. 
Encierro mal presentado, por anovillado y desigual de hechuras. Y además, descastados, mansos
 y con serios indicios de haber pasado por el mueco para algo más que para quitar las fundas. 
En cuanto a los del chispeante, un cartel de auténtico relumbrón, difícil de mejorar. Antes de 
comenzar el festejo, se desplegaron varias pancartas por parte de aficionados catalanes, mallorquines 
y por parte del Tendido Joven zaragozano reclamando libertad para asistir a los toros. El grito 
fue unánime y respondió a la manifestación antitaurina que se estaba celebrando a las puertas de la plaza.

La tarde tuvo un nombre propio, y ese es el de Alejandro Talavante, que formó un alboroto en 
el tercero de la tarde, un cuvillo noble en la muleta, con un pitón izquierdo idóneo para el toreo 
del extremeño. Recibido con variedad de capote y con el caballo como mero trámite, el plato 
fuerte de la tarde llegaría en el turno de quites. Un quite por chicuelinas de Morante, inédito con el 
que abría plaza, que puso a Zaragoza al borde del manicomio. El tercer lance, con el compás cerrado,
 fue lento, cadencioso, ceñido y ligado a una media con un sabor antiguo. La plaza en pie. Le respondió 
Talavante con un quite por chicuelinas y tafalleras seguidas de un ramillete de largas a una mano. 
Rivalidad, al fin. Juan José Trujillo tras parear con clasicismo fue obligado a desmonterarse. 
Sin ninguna duda, el banderillero más puro de todo el escalafón. Y con el runrún en los tendidos 
se fue el torero a brindar al público a los medios. Por estatuarios comenzó una faena que tenía visos 
de gran altura. Y dos tandas de toreo fundamental. La primera, con la derecha, y donde lo mejor 
fue la arrucina engarzada con el cambio de mano. La segunda, a la mano izquierda, la de la verdad.
 Fue entonces cuando recurrió al arrimón, pero no fue premeditado. Dejándose llegar a tocar por los
 pitones en dos ocasiones, enloqueció al público cuando se desprendió de la ayuda y comenzaron 
las luquecinas. Fue una faena en dos partes: la primera de toreo del caro, del puro, y la segunda en
 una versión casi novilleril de Talavante, metiéndose entre los pitones. Tras las manoletinas 
ajustadas y una estocada un tanto desprendida, asomaron los pañuelos en los tendidos. El presidente 
concedió los dos apéndices del animal. Y la tarde acabó aquí. No llegaron a treinta muletazos. 
Y dos orejas. Para los que dicen que hace falta pegarle sesenta trapazos a un toro… En el toro de 
la jotica pasó completamente inédito ante un animal que no decía absolutamente nada. Es de
 agradecer al torero que no alargase hasta lo indecible una faena destinada a la nada. Talavante llegó, 
vio y toreó. Y el que quiera más, que venga el sábado.

Abrió la terna el de la Puebla del Río, Morante, que tras su pertinaz gastroenteritis en el San Jorge 
pasado debía una a la afición de Zaragoza. Sin nada reseñable en su lote, al que el sevillano pasaportó 
sin pena ni gloria, el momento álgido de la tarde llegaría, como hemos dicho, en el turno de quites del 
tercero de la tarde. Otra tarde más del sevillano en Zaragoza sin que pase nada. Lo mejor de su actuación,
 como casi siempre, la torería. Las entradas y las salidas del toro, el andarle al animal. 
Aficionados, nos conformamos con demasiado poco.

Diego Urdiales, tras su actuación del año pasado con la de Juan Pedro, repetía en el ciclo pilarista 
en el cartel estrella. Su primer toro, segundo de la tarde, fue impresentable para una plaza de 
la categoría de Zaragoza. Jamás debió salir por chiqueros, y jamás debió ser embarcado. 
Culpables todos: ganadero, toreros, empresa y autoridad. Toro noble en la muleta, muy mal lidiado, 
con un pitón izquierdo para cuajarlo de verdad. Se sacó el toro el de Arnedo al tercio con muletazos
 encajados, especialmente bellos fueron dos trincherazos. Y se echó la mano a la izquierda, 
el pitón bueno del animal. Toreo de compostura, sí. Estético, también, pero entre el animal y 
el torero se podría haber construido un par de paradas de tranvía. Fuera de cacho, despegado 
y lineal. Mucha bisutería y muy poca joyería. Con la mano derecha estuvo más centrado el coleta, 
pero dejándose la muleta retrasada y acompañando. Mató con una estocada desprendida que produjo 
derrame y se le concedió una oreja pedida en gran mayoría por la multitud de aficionados riojanos 
que llegaron al coso de Pignatelli. El quinto toro se amorcilló ya de salida y poco pudo hacer el riojano.