Talavante torea en medio de la 'golfada'
Al grito de libertad iniciado por el Tendido Joven se rompió el paseíllo en la última corrida a
pie del ciclo. Un mano a mano interesante con dos toreros que tienen, admitido por ellos mismos,
a José Tomás como referente. Al final de la tarde una cosa quedó clara: Talavante no es José Tomás
y no necesita serlo para ser el torero que mejor torea de todo el escalafón. López Simón no se
le parece ni en el forro del capote, por no decir de otra cosa. El problema viene cuando un mano
a mano con esta expectación viene acompañado de los golfos de turno. En primer lugar, los ganaderos
por mandar semejante bazofia a una plaza de toros. Ninguno, a excepción del mastodóntico quinto,
tenía el cuajo suficiente para Zaragoza. Además, todos ellos tenían los pitones con sospechosos
síntomas de afeitado. ¿Ganaderos? Unos chuflas. Los toreros, culpables también por elegir
estas ganaderías descastadas, mansas, bobas y prestarse a un espectáculo indigno de la figura que
ellos representan. La empresa, culpable también por comprar esa basura y doblegarse a las
exigencias de unas figuras niñatas que intentan dominar el cotarro. Y por último, la autoridad.
Pero de esto hablaré más adelante.
El primero bis fue una vaca lechera a la que le faltó el cencerro. Alejandro Talavante se
puso para no sacar absolutamente nada de un pozo más que vacío. El tercero bis fue un novillo
hace dos semanas escasas. Su carita lavada no admitía dudas. Indigno. Y encima descastado y flojo
de remos. El torero, llevando la contraria a lo que suele hacer, alargó para volver a sacar nada de
otro pozo que estaba igual de seco que el anterior. Llegó el quinto. Un buey de 622 kg. que cumplió
en varas. Juan José Trujillo de nuevo, como el pasado domingo, pareó con verdad, destacando
especialmente un segundo par asomándose al balcón y gritando a los cuatro vientos que nadie
le supera como peón. Plata de primera, primerísima ley. La faena comenzó vibrante con una arrucina
y una serie templada de derechazos. Los cambios de mano ligados con los de pecho fueron eternos,
torerísimos. La mano izquierda de Talavante es insuperable, y por allí alcanzó las mejores cotas
artísticas de la feria. Encajado, templado y erguido. Parar, templar y mandar, como bien
recordó un gran aficionado que nos visitó esta tarde. Se tiró a matar por derecho, saliendo
rebotado sin consecuencias. La espada quedó trasera y tendida y hubo de utilizar el descabello. Se le
pidieron con fuerza las dos orejas, yo entre ellos, pero el presidente sólo concedió una. Y aquí
quería llegar. Doblegado a ciertas fuerzas oscuras, todo el equipo presidencial hubo de aprobar
una corrida asquerosa de presentación. Por la tarde, única y exclusivamente se ciñó a un criterio que
ha mantenido durante toda la feria en base al reglamento. Don Francisco Bentué, un hombre con
agallas que soportó una bronca como hacía años que no veía en mi plaza.
López Simón hizo las tres faenas exactamente iguales ante tres toros que tuvieron un comportamiento
exactamente igual. Bobos, mansos y descastados. El de Barajas tiene valor, ligazón y quietud,
pero poca profundidad y nulo temple. Además de tener la mano izquierda únicamente para agarrarse
al subir al autobús. Con la muleta retrasada y carencias técnicas. Pero tiene mucho valor y eso enloquece
al público cuando recurre al arrimón. Ahora bien, creo que el aficionado exige algo más. Exige algo
que es torear antes del arrimón. Y López Simón, que tiene mucho valor, no lo hace. El valor que
tiene es valor para estarse quieto y no para torear, que es el verdadero valor. Con la espada,
además, se tiró descaradamente a los bajos en dos ocasiones.
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