lunes, 10 de octubre de 2016

El encaste minoritario... sí embiste

De nuevo tarde de grises en Zaragoza. Esta vez le tocaba a la ganadería de La Quinta, que envío a La Misericordia una muy buena corrida de toros. Interesantes todos ellos, unos por nobles y otros por encastados. La terna, desigual.

Abrió plaza el primero para Rafaelillo. Durante la lidia el animal cantó que necesitaba un inicio de faena sin recortes para que aumentara su recorrido. Rafael, perro viejo en estas lides, vio el percal y las posibles complicaciones del santacolomeño y lo hizo todo a la contra. Mal. Muy mal. Su segundo pedía que lo llevaran cosido en la muleta desde antes del embroque. Cuando Rafael lo consiguió dejó algunos muletazos estimables. Destacó sobre todo un cambio de mano durante el inicio de faena que el murciano encadenó con un pase de pecho y un muletazo del desdén. A partir de ahí, faena de altibajos. Faena de nada. En ambos toros, Rafael empuñó la zocata únicamente a la hora de matar. Mal en cambas ocasiones, por cierto. Vamos, que vino a pasar el peaje y poco más.

Ricardo Torres hubo de enfrentarse a un toro desconcertante: el segundo de la tarde. Lo recibió con un ramillete de verónicas cadenciosas y derrochando alma. Noble el gris durante la lidia, se coló al principio de faena en un muletazo por la derecha y echó el telón. Ricardo, que está poco placeado, no se entendió con el animal y decidió tirar por la calle de en medio. Con un bajonazo despachó al toro. El quinto fue otra historia. Un animal de unas hechuras para enamorarse. Bajo, serio como la madre que lo parió y con una expresión de bravo. Y así fue. En su primer encuentro con el picador empujó de verdad a la montura y al jinete para empotrarlos contra las tablas y romanear. En la segunda entrada el picador barrenó.  Un atisbo de gran toro. Quedó para la muleta con ritmo, pero tuvo las complicaciones propias de la bravura y de la casta. Tampoco comprendió Ricardo al animal y se fue con las orejas al desolladero. Una gran ovación en el arrastre para Camarero, un toro bravo.

Alberto Álvarez salió a darlo absolutamente todo en Zaragoza. Con el capote estuvo variado y entregado. Largas cambiadas, galleos de todo tipo y color, quites (incluido aquel que popularizó Joselito, la gallosina). Así se viene a una plaza de Primera. Su primer toro, tercero de la tarde, destacó por el temple de su embestida. Alberto empezó un tanto acelerado para irse relajando y confiando hasta dejar muletazos estimables. La espada, la dichosa espada, le privó de un triunfo. El sexto fue con la cara arriba desde que salió por chiqueros. Una faena quizá un tanto larga una vez que el animal se hubo rajado que de nuevo se vio mal coronada por un uso deficiente de la espada. De Alberto queda su actitud y ciertos pasajes, que no es poco.
En definitiva, una corrida muy interesante tanto para el público, como para el aficionado y el propio ganadero. Una corrida de toros. Sin más. Ni menos.

Crónica disponible en: http://www.porelpitonderecho.com/inicio/el-encaste-minoritario--si-embiste-3397 

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