Hoy, 4 de junio de 2016, ha muerto el más grande entre
los grandes pesos pesados de la Historia. Un boxeador que fue mucho más que un
boxeador. Es imposible conocer, por ejemplo, cómo afectó el conflicto de
Vietnam en la sociedad estadounidense o cómo fue la lucha por los derechos
civiles de la población negra sin tener en cuenta el papel principal que asumió
para sí Cassius Clay, Muhammad Ali. El peso pesado que se movía como un
ligero. El boxeador que sólo respetó a otro boxeador en su vida: Sugar Ray
Robinson.
Y, en este momento, me apetece escribir de nuevo sobre
boxeo. Quizá que este deporte haya sido relegado a un segundo plano informativo
de un tiempo a esta parte me hizo acercarme a él como mero espectador primero y
como admirador después.
Si hay un combate que representa todo en la Historia
del Boxeo (con mayúsculas), ese es el que se conoció como The Rumble in
The Jungle entre Foreman y Ali en Zaire en 1974. Una de las pelas
del siglo. Una de las peleas de la Historia. Una pelea por el Título de los pesados. Sí. Y mucho más.
La velada
fue patrocinada por el entonces presidente de Zaire, dictador
después, Mobutu Sese Seko, y fue una de las primeras experiencias de Don
King como promotor de boxeo. No fue la primera de las peleas del polémico
Ali en tierras con una raigambre pugilística casi inexistente, ya que en
Manila, Filipinas, al año siguiente, tuvo lugar otro combate, este vez contra el
archienemigo por antonomasia, Frazier.
La pregunta parece clara: ¿por qué
Zaire y por qué contentar al asesino de Mobutu? La respuesta: más de 10
millones de dólares de la época. Por cierto, Mobutu no apareció por el combate.
Lo valientes que son los dictadores. Eso sí, una pancarta gigantesca presidía la velada. Que una cosa es no estar y otra no aparecer.
Las hostilidades,
tal y como diría el admirado Héctor del Mar, dieron comienzo en el Estadio Fortaleza, cuyos departamento interiores eran utilizados a
modo de cárcel.
Allí, una muchedumbre enfervorecida
no paraba de gritar “!Ali bomaye!, !Ali bomaye!”, Ali, mátalo.
Días antes
del combate hubo algunos muertos, de raza blanca, en un ambiente enrarecido. El
dictador actuó como un dictador. Mandó a
la cárcel a más de 1000 personas y aquí paz y después, gloria.
Ali aparecía en todas las apuestas
como el perdedor. Foreman arrastraba una racha impresionante. El grandísimo Joe
Frazier había besado la lona hasta en seis ocasiones en dos asaltos en un
combate anterior. Una racha de 40-0 con 37 Knock Out. Casi nada lo del amigo.
Sin embargo, Clay era mucho Ali.
Gracias al ex-púgil Larry Holmes y
a un entrenamiento espartanos, Ali estaba mucho más delgado que en anteriores
ocasiones. Listo para la guerra.
Y así fue. Decía el Maestro Antonio Ordóñez
que hay una serie de tardes al año que tenías que estar dispuesto a morir en la
arena de una plaza de toros. Esa filosofía la tienen también los boxeadores. Y
tanto Ali como Foreman, que defendía por tercera vez su título de campeón de los pesados, estaban dispuestos a morir sobre la lona que
circunscriben las 16 cuerdas.
A una hora intempestiva, las 4 de la
madrugada de la costa este estadounidense (la que todavía se utiliza para marcar,
por ejemplo, la hora de la Superbowl o de los estrenos televisivos de
relumbrón) dio comienzo la pelea con el juego previo que tanto gustaba al gran
campeón.
Alrededor de 60.000 africanos casi suplicando
'¡Ali bomaye! ¡Ali bomaye!'. 8 asaltos. 24 minutos de boxeo. 24 minutos de
guerra. Y la guerra es, esencialmente, valor y táctica. Ali en las cuerdas al más
puro estilo Balboa gritándole a Foreman: “Pegas como una mujer”, “Pégame más
fuerte, campeón”. ¿Os suena? Clubber Lang y Rocky Balboa en Rocky 3, Forema y
Ali en Zaire.
Y Ali venció tras una combinación absolutamente genial. Y Ali convenció. Y Ali
se convirtió en una leyenda que acabaría de forjar al año siguiente, 1975, en
Filipinas contra Frazier.
Mucho más que un boxeador. Un ídolo
de masas y un movilizador social de primera fila.
La pelea completa se encuentra disponible en Youtube:
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